Thursday, October 29, 2015

Cosas que no decir a un/a vegan@ # 5: La dieta vegana no es natural porque necesita suplementos



Leyendo los comentarios del artículo de la semana de El caballo de Nietzsche en referencia a la dieta vegana/vegetariana, me he topado con la frase “una dieta que necesita complementos, como la B12, no parece una dieta adecuada”. A pesar de haber escuchado esa cantinela 2000 veces durante los últimos 6 años de mi vida, me sigue resultando irónico que perlas desinformadas de este estilo normalmente salgan de boquitas de omnívoros inconscientes que no saben qué carajo es la B12 y/o cómo se sintetiza.

Pero me resulta más curioso aún que semejantes reparos o prejuicios provengan de una persona que (intuyo por el contexto), no tiene el más mínimo problema en ingerir generosa y diariamente carnes y subproductos animales cargadítos de hormonas para el crecimiento, analgésicos, antibióticos y un sinfín de químicos tóxicos (algunos prohibidos para el consumo humano) sin siquiera pestañear. ¿Acaso mi inofensiva pastillita diaria con sabor a cereza es más antinatural que un chuletón rebosante de clembuterol o que un batidito burbujeante en antiinflamatorios y estrógenos? ¿Cómo una inconsciencia de semejante calibre se atreve a cuestionar qué es adecuado o natural?




¿Pero qué narices es la B12?

La famoserrima B12 es una vitamina necesaria para la correcta formación de glóbulos rojos, realizar ciertas funciones neurológicas y sintetizar el ADN. Al contrario de lo que mucha gente cree, no es de origen animal, sino bacteriano, lo cual significa que para encontrarla ha de ser sintetizada en la flora intestinal de los animales (humanos o de otras especies) o en cultivos de fermentación de laboratorios especializados (o más conocidos como suplementos de B12). Aún no hay evidencia científica que confirme que los humanos podamos sintetizarla a través de las bacterias presentes en la tierra, algas o en los vegetales biológicos, así que la única fuente “natural” de B12, en dosis adecuada, es la que está presentes en los “productos cárnicos”, también conocidos como cadáveres.

Pero no hagáis la ola todavía, omnívor@s del mundo, porque vosotr@s tampoco estáis consumiendo B12 de forma directa y natural. Y es que las vacas (principal fuente omnivoril de esta vitamina), explotadas por el sector ganadero hace mucho tiempo que han dejado de sintetizarla. ¿Por qué? La razón es que han dejado de alimentarse de su adorada hierba plagadita de microbios unicelulares de toda la vida y han pasado a ingerir a mansalva piensos fortificados (carentes de estas necesarias bacterias) y que han sido enriquecidos, entre otras cosas, con… (¡tachán, tachán!) ¡B12! (en algunos casos, incluso, se opta por suministrarles el suplemento inyectado).



Por lo tanto, ladies & gentlemen, a menos que se siga la dieta bio de nuestros abuel@s, la única diferencia entre un/a vegan@ y un/a omnívor@ a la hora de obtener esta polémica vitamina, es que el primero adquiere la B12 de forma directa a través de un suplemento y el segundo lo hace de forma indirecta a través de un suplemento administrado a un cadaver.

Y la pregunta, entonces, sería: ¿Qué es más “natural”?





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Friday, October 16, 2015

Donde van a morir los pájaros



Encontrar un pájaro muerto, en plena calle, medio escondido entre la descuidada vegetación de un jardín o recostado torpemente en medio de una plaza, sigue siendo una experiencia insólita. En lo que respecta a las aves, el cómo del segundo acto vital de intimidad y soledad extremas, morir, continúa siendo un misterio que los humanos aún no hemos podido desentrañar. Tal vez, de la misma forma que se dejan guiar por su brújula interna para desplazarse larguísimas distancias y encontrar, sin vacilar, el camino de vuelta, un sexto sentido, igualmente poderoso, les indica con una claridad incuestionable, cuándo y cómo ha llegado su hora. Ese sagrado momento, lógicamente, no puede ocurrir de cualquier manera y en cualquier sitio. Precavidas y cuidadosas por naturaleza, buscan un lugar que sólo sea suyo, lejos del mundanal ruido y del cerco de miserias humanas que hemos ido trazando y ampliando en torno a ellas, comprimiéndolas, limitándolas, mutilándolas. Resulta lógico, por lo tanto, que durante ese último y fatídico acto denieguen la asistencia de espectadores. ¿Por qué no iban a hacerlo?




Llegados a este punto, supongo que tengo el privilegio de admitir que sé dónde fue a morir, al menos, un pájaro. Ese pájaro era una paloma y durante muchos años fue mi amiga. Se llamaba Sally porque le faltaban miembros (concretamente dos pies de los que sólo le sobrevivía un dedo), yo acababa de ver Pesadilla antes de Navidad y siempre me ha llamado la atención la escena en la que la recientemente desmembrada Sally se cose a sí misma.

¿Cuántas personas pueden presumir de tener un/a amig@ alad@ y libre?

Hace 5 años Sally llegó a mi casa y nunca volvió a marcharse. Y, en esta ocasión, recurrir a este radical adverbio de tiempo no es una exageración. Posiblemente tenía, en algún rincón escondido a prueba de humanos, un “nido” o una “habitación” en la que dormía diariamente, pero todas las horas de sol (lógicamente, bastantes más en primavera y verano que en otoño e invierno) las pasaba en mi balcón, ventana o en las inmediaciones de ambos, esperando, ansiosa, alguna apetitosa ración de pan, para fastidio, asco e incomprensión de los vecinos.




Porque Sally, con el tiempo, dejó de venir sola. En muchas ocasiones, alimentarla a ella suponía la asistencia de una docena de seres alados más, entre gorriones y palomas, cuya presencia en la plaza era considerada non grata por algunos colombófobos. Este conflicto interespecies nos ha traído a mi familia y a mí no pocas complicaciones y alguna que otra amenaza de cierto individuo psicópata. Durante algunas semanas, incluso, tuvimos que cerrar el comedor (tiempo en el que la pobre desmejoró terriblemente), aunque finalmente, y para alivio de casi todos, encontramos la manera de alimentar discretamente a Sally en nuestro balcón.

Un día, hace pocas lunas, de repente, se mostraba más mustia de lo habitual. Apenas se movía, comer no la motivaba y no se alejaba del balcón. ¿Un mal día, simplemente? Desgraciadamente, la respuesta fue no. Las peores sospechas se confirmaron la mañana siguiente, al encontrar, con horror y tristeza, su familiar y rechoncho cuerpo inerte en el suelo, discretamente escondido entre dos macetas. Quizá la inconmovible y rígida red de la muerte la atrapó de repente y se sentía demasiado enferma y agotada para marcharse a otra cama más digna y segura. Aunque, quizá, simplemente (y eso quiero pensar), eligió nuestro balcón porque para ella aquel lugar era un sinónimo de hogar.




Y con este ¿regalo? también nos dejó la obligación de enterrarla (ilegalmente) en el rincón más frondoso y oculto de un bosque cercano. Un espacio donde la sombras y el sol se suceden y se dan la mano, para que nunca pase demasiado frio ni demasiado calor. En su caja-ataúd, como última ofrenda, deposité unas esponjosas y recién cortadas migas de pan (de esas que tanto le gustaban). Podría necesitarlas. ¿Quién sabe cuánto tiempo durará su travesía?



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Friday, August 14, 2015

Lágrimas en Illumbe



Quedaban pocos minutos para que ese tumor moral que se creía extirpado en Donosti, reapareciera. La sangre de toro volvería a manchar arenas y cegueras, capitaneada por el James Bond de los psicópatas socialmente aceptados: el rey emérito Juancar y su celebérrima licencia para matar.

Faltaban pocos minutos y todos los antitaurinos de Donosti mirábamos el cielo e invocábamos la lluvia, como justicia poética, como desintoxicador de retrocesos, como acto de total y absoluta purificación. Y llovió. Con la rabia e impotencia de miles de corazones hartos de desayunar y cenar injusticias legales.




El debate taurino está más caldeado que nunca en esta tibia ciudad. Resulta irónico y vergonzoso hasta la náusea que un tema que se resolvió con una contundencia absoluta hace dos siglos en Europa, siga patente en la futura capital europea de la cultura.

Sin embargo, este debate no se cerrará mientras los tauricidas y anti-tauricidas sigan siendo los únicos que toman la palabra, finalizará en el instante en el que la gran mayoría de los ciudadanos de esta y todas las ciudades del país, esos que habitan en la apática y condenadora indiferencia, finalmente se posicionen.


Sólo entonces todos esos abominables momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Tauromaquia, has superado ampliamente tu estatuto de limitaciones: es hora de morir.




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Sunday, July 12, 2015

El toro que no quiso ser marioneta



Siempre ha habido seres extraordinarios capaces de sobreponerse a su miedo, seres que en una situación extrema, en lugar de reaccionar de la forma más torpe y desesperada, consiguen extraer de su “mochila” una templanza, una inteligencia y un sexto sentido al que no hubieran tenido acceso en una situación cotidiana. ¿Será esto aplicable, únicamente, a la especie humana?

Hoy el toro Curioso estaba destinado, junto a sus 5 compañeros-victimas, a correr los encierros de los medievales San Fermines, para mayor alegría mononeuronal de algunos y para vilipendio de toda la especie humana. Sin embargo, por algún motivo y de forma insólita en el sangriento historial sanferminil (hacía 80 años que no ocurría), Curioso no quiso, no cedió a la inercia y a la adrenalina del miedo que si empujó a sus compañeros de “corredor de la muerte”. Para estupor de todos, se dio la vuelta y volvió tranquilamente a su corral, cuya puerta, extrañamente, continuaba abierta.

Podríamos deducir que no le sirvió de mucho, ya que horas después fue estúpidamente asesinado por un payaso vestido de luces, pero Curioso no se prestó al humillante carnaval especista humano. Curioso dijo “NO” alto y claro.
  



Y no es el primer no humano cuyas acciones no corresponden con la mansa “mentalidad de manada” que son asumidas por la mayoría. Camiones de transporte y mataderos, entre otros, son testigos más a menudo de lo que podemos imaginar, de reacciones de rebeldía y testarudez “humanas” que han pillado desprevenidos a todos cuantos los rodeaban. En su último camino al calvario, hemos visto, por ejemplo, a cerditos y toros saltar de los camiones y a vacas escapar de sus desprevenidos matarifes.

Su reacción es lúcida además de extraordinaria, pero todos los animales, de una forma u otra, se revelan cuando son conscientes de que el peligro les acecha, cuando saben que su vida está en juego. Ninguno da su vida mansamente, bien sea para “consumo” o para diversión humana. Su último aliento de vida es arrancado a la fuerza mediante violencia y dolor.

Hoy Curioso nos ha mandado otro mensaje más de parte del reino animal que supone todo un izquierdazo a nuestro antropocentrismo (y sordera) moral. Nos recuerda que los animales no son nuestros esclavos, que en ningún momento pueden pertenecernos para que dispongamos de ellos a nuestro antojo, que incluso aunque las circunstancias acaben doblengándolos en favor del actual “tirano de la selva”, su dignidad, aunque magullada, y a diferencia de la nuestra, siempre seguirá intacta.




“Quien se oponga a los derechos de los animales y sostenga que el hecho de ser persona se basa en ser miembro de la especie Homo Sapiens no es más que un fanático de la especie, no más sensato que los fanáticos de la raza que otorgan mayor valor a la vida de los blancos que a la de los negros. Después de todo, los demás mamíferos luchan por seguir vivos, experimentan el placer y sufren el dolor, el miedo y el estrés cuando su bienestar peligra. Los grandes simios también comparten nuestros placeres más elevados de la curiosidad y el amor a los parientes, y nuestros dolores más profundos, el aburrimiento, la soledad y la pena. ¿Por qué se iban a respetar esos intereses en nuestra especie y no en las demás?”.

Steven Pinker

Por Curioso y por las otras 47 víctimas toriles de tan deleznable fiesta: ¡Di NO a los sangrientos San Fermines!


Saturday, July 04, 2015

La ceguera de Mutriku (la ceguera de tod@s)




En Mutriku, Gipuzkoa, un lugar de gran belleza natural, hay una granja de visones (se calcula que puede haber unos 40.000). A los vecinos de sus inmediaciones, sin embargo, no les molesta esta frívola aberración, esta crueldad espantosa e injustificable, este barbarismo, sino el hecho de que la granja y sus toneladas de excrementos, generan, además de un intenso "Eau de Merde", unas plagas insoportables de moscas, mosquitos y cucarachas que les obligan a vivir en la más absoluta reclusión sin poder abrir puertas y ventanas.

En vista del absoluto pasotismo e inacción de los responsables de la granja, los vecinos piden públicamente una fosa séptica subterránea donde destinar la porquería y evitar, de este modo, la llegada de sus molestos inquilinos. No piden que cierren un Auswitch que lleva abierto 27 largos y espantosos años, en los que se ha encarcelado, maltratado, torturado y arrancado a tiras la piel a miles de animales. Lo único que quieren es que los engorrosos brazos de la crueldad y la muerte de otros les alcancen lo menos posible. 




Llegados a este punto, una referencia bíblica sería demasiado obvia y facilona. Sin embargo, los vecinos de Mutriku que no se indignan, enrabietan o entristecen ante la existencia de esta granja y sus consecuencias, se merecen esta plaga. De hecho, todos los que han optado por cerrar cobardemente los ojos ante realidades de este tipo se la merecen. Y es que pocas cosas hacen más daño que las granjas de animales. No sólo a los animales no humanos, cuyo padecimiento físico y psicológico desafiaría cualquier ranking de dolor conocido, sino porque los efectos ambientales de las granjas de cría intensiva nos afectan negativamente a todos.

Los toneladas de desechos que generan combinadas con los tóxicos efectos de los fertilizantes, contaminan el suelo, envenenan  las fuentes de agua potable y los ecosistemas acuáticos y dañan gravemente el aire (existen varios gases, como el amonio, que se forman a partir de los desechos de los animales) causando graves problemas respiratorios y trastornos cardíacos, además de contribuir, en buena parte a la lluvia de ácido nítrico y al devastador efecto invernadero (de hecho está comprobado que la ganadería contamina más que todos los transportes del mundo juntos).




Si, como los vecinos de Mutriku, vivir asediados por la peste y los insectos no es motivo suficiente para asumir de una vez por todas nuestra eco-responsabilidad, ¿cuántas más molestias tendremos que sufrir, como especie, para abrir nuestros antropocentristas ojos? 

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Thursday, June 18, 2015

Deeply Broken




Broken había revolucionado las redes sociales. No se recordaba tanta indignación masificada y activa desde el lamentable caso Excalibur. Con solo dos mesecitos fue rescatada por una buena mujer mientras estaba siendo sometida a una sádica e inimaginable tortura: un grupo de niños psicópatas, hijoputiles y asesinos daban patadas alegremente a su frágil cuerpecito como si fuera una pelota de fútbol. Este juego cruel y despiadado había acabado con la vida de todos sus hermanos (al menos 2 ó 3 gatitos más), pero fue recogida a tiempo por esta (desde ya) heroína gatuna que no cayó en la “miopía nasal” imperante y la llevó inmediatamente a la ONG Mascoteros Solidarios.

Afectada por la peor lesión que Carlos Rodríguez, veterinario y presidente de la asociación, había visto en 30 años (tenía totalmente desgarrada la pared abdominal), además de varias piececitas de su cuerpo rotas, y tras múltiples operaciones y las buenas vibraciones (+ peticiones de adopción) de miles de personas indignadas a lo largo y ancho de este loquísimo mundo, la michina parecía insuflada por un nuevo y esperanzador soplo de vida. Tan contagioso era su optimismo que, sorprendentemente y contra todo pronóstico, confiaba en el ser humano y demandaba cariño sin cesar.




Rodríguez, uno de los pocos veterinarios animalistas, concienciados y profundamente vocacionales que debe haber en este deshumanizado país (recordemos que fue él quien se implicó en el caso Excalibur llegando a solicitar su custodia), vio una oportunidad de oro (tal vez lo único positivo en este dramático y triste caso) para denunciar una cruda realidad y exigir públicamente, con más fuerza y rabia que nunca y amparado por miles de personas, esa impostergable ley nacional de protección animal que ciega (y nos denigra) dolorosamente con su ausencia.

Y, de repente, mientras el ministerio de agricultura, alimentación y medio ambiente callaba ladina y cobardemente, y una afortunada familia humana esperaba a Broken con su camita medio hecha, el delicado cuerpecito de la gatita comenzó a fallar. Eran demasiadas heridas y demasiado pesadas sus cicatrices para un ser tan nuevo y frágil. Y, a las pocas horas, para desconsuelo de todos sus cuidadores, se marchó.


Broken (nombre desdichado y fatídico y lo único reprochable en este tristérrimo e injusto desenlace), nos ha roto el corazón dos veces. Cuando la conocimos y cuando nos dejó. Porque ahora estamos aún más huérfanos de esperanza y hambrientos de cambio, porque la rabia y la tristeza tienen ya, a su espalda, demasiados nombres, porque la lista de la impunidad es repugnantemente larga y porque sabemos que en esta España aún profundamente negra, un grupo de psicópatas de cualquier edad y condición, sabe que puede realizar la más cruenta y despreciable tortura a un ser de otra especie en un lugar público sin sufrir ni la más pequeña y miserable de sus consecuencias.

¡España, unifiquemos la Ley de Derechos de los animales! ¡Por Broken, por Excalibur y por los millones de almas no humanas que están siendo diariamente asesinadas, torturadas, maltratadas, esclavizadas y ninguneadas: firma y comparte YA!

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Friday, May 22, 2015

Cosas que no decir a un/a veg(etari)an@ # 4 : ¡Ah, es que tú no puedes!



Si un no omnívoro tuviera que meter una moneda de un euro en una jarra cada vez que escucha esta frase, en menos de cinco años podría comprarse un super televisor de plasma, un coche, o un piso en el centro de Donosti, dependiendo de la frecuencia e intensidad de su vida social.

Y es que te la dicen tus amigos, tus familiares, tus conocidos (casi siempre sin pensar y casi nunca con maldad o “recochineo mayoritario”), cada vez que se oferta u ofrece algo comestible que contenga carne o algún subproducto animal. Y tú les miras indignada y seriamente, consciente de que, inconscientemente (valga la redundancia), te están llamando “discapacitada nutricional” sin siquiera darse cuenta.




“No es que no pueda, es que no quiero”, contestas. Entonces llega, esa odiosa mirada de condescendencia infinita, esa que se le echa a un niño de 7 años por presumir de adultez al haber sido proclamado el más alto de su clase. Y tú sabes que, por mucho que te esfuerces en explicarlo, no entienden el matiz, ya que están más focalizados en lo que pierdes que en lo que ganas. Desde su punto de vista gastronómico, tú dieta representa una serie continua de pérdidas y sacrificios a los que ellos no tienen que enfrentarse.


Y nunca les sugieres, aunque te gustaría, que imaginen que el animal (o subproducto animal) más repugnante del mundo, marinadito en su salsa, es el plato estrella en algún banquete (local o extranjero) al que tienen la mala suerte de acudir. ¿Qué contestarían si alguien les ofreciera ese “manjar” que parece sacado de Indiana Jones y el templo maldito: ¿no quiero o no puedo? Pues exactamente eso sentimos los veganos y vegetarianos: hay ingredientes y platos que, para nosotros, hace tiempo que ya no son un alimento.

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Monday, April 27, 2015

Alimento = medicina




Ni el/la vegan@  más combativ@ podría autoengañarse o negar lo evidente: la carne contiene una cantidad considerable de nutrientes, pero (y aquí vienen las buenas noticias), al mismo tiempo, también lipoácidos saturados, ácido araquidónico, una cantidad excesiva de fosforo y hierro, grasas saturadas, colesterol y ácido úrico, entre otras delicatesen nutricionales no presentes en el mundo vegetal, que además de acortarnos considerablemente la vida, son el caldo de cultivo ideal para un sinnúmero de enfermedades, muchas de ellas mortales. (¿Por qué no nos advierten sobre esto de niños cuando nos venden la carne roja como el alimento todoterreno estrella?). Sin embargo, pesar de la masiva campaña de desinformación, se podría deducir, entonces, que la carne y todos los alientos de origen animal, “roban”, en términos de salud, tanto o más de lo que aportan.




Algunos veganos alardean de su dieta como si fuera la panacea y se creen inmunes contra cualquier tipo de enfermedad, lo cual, además de no ser cierto en absoluto, puede resultar contraproducente para el propio veganismo. Y es que la salud, por mucho que nos duela, no depende exclusivamente de la dieta, hay muchos elementos que inciden en la calidad de su estado. Algunos como la dieta, nuestros hábitos de sueño, el nivel de felicidad/satisfacción, nuestra psicología o  nuestro estilo de vida son más o menos controlables, mientras que otros como la genética y los elementos externos (una catástrofe natural, un accidente, una tragedia, la pérdida de un ser querido, etc), no. ¿Por qué desdeñar, entonces, lo que si podemos controlar?

Personalmente, me cuesta entender que aún haya gente hoy día que se aferre ciegamente al argumento múltiple de tradición, habito, conveniencia, sabor (y economía) para justificar su consumo de carne. Si una dieta vegana equilibrada y hecha con cabeza tiene aún más ventajas que la omnívora y ninguno de sus inconvenientes, ¿quién puede querer, en esta época mediatizada y sobreinformada, seguir suicidándose consciente y lentamente? 



                                
Reflexionemos un instante: si la proteína animal es tan beneficiosa y vital en todas las etapas de la vida, ¿por qué cuando alguien tiene una enfermedad grave o mortal la carne y los alimentos de origen animal son los primero que el medico prohíbe de su dieta?

La primera acepción de alimento es “Sustancia nutritiva que toma un organismo o un ser vivo para mantener sus funciones vitales”. Desde esta definición la carne no sería un alimento, porque no nos ayuda a mantener de forma óptima y duradera nuestras funciones vitales. Un alimento debería alargar y mejorar nuestra vida, prevenir males y convertirse en nuestra medicina, en lugar de ser un veneno que nos mata lentamente. Porque, como decía Hipócrates, "Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”.

¿Tú haces de tu dieta tu medicina?






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Thursday, April 16, 2015

Lost in translation



Algún día tenía que ocurrir. Pasar por delante del puesto de sushi del supermercado, ese que muy puñetera y estratégicamente han situado al ladito de la sección de frutas y verduras, tarde o temprano te obliga a enfrentarte a cierto comprometido ofrecimiento. Y ese día tenía que ser hoy.

“¡Prueba, prueba!”, me espetó un japonés bonachón de edad indefinida, mientras sostenía, exultante, una elaborada bandeja multicolor. Preparada, desde hace semanas, para tan incómodo momento, confieso que incluso tenía una respuesta preparada en mi japonés macarrónico (en Japón, al parecer, aún no existe el término “vegano” o “soy vegano”. Para comunicar que se sigue este régimen alimenticio uno tiene que decir  “Soy muy vegetarian@” o "sugoku vegetarian desu”). Y, antes de darme cuenta, se la solté, como quien suelta, aliviado, un paraguas al final de un largo día lluvioso.

El hombre me miró, extrañadísimo, como si hubiera descubierto, de repente, que tengo tres cabezas. Cuando ya había dado por zanjado el asunto y me había alejado un par de pasos del puesto, volví a escuchar, un “¡prueba, prueba!” a mi espalda con marcadísimo acento japonés. “Sugoku vegetarian desu”, insistí. “¡Prueba, prueba!” contraatacó él, obstinado y casi ofendido. “¡Que no como animales!”, espeté, en un volumen bastante menos discreto del que me habría gustado. Pause y mirada del más profundo y desarmante estupor.




Confieso que, llegados a ese punto, me dio un ataque de risa. Era obvio que su español era tan o más macarrónico que mi japonés, así que nos encontrábamos ante un verdadero e inevitable diálogo de besugos. Me marche pitando antes de que al perseverante hombre, bandeja en mano, se le ocurriera perseguirme por el super. Confieso con tristeza que nunca sabré si:

    A)    Mi japonés es tan patético que ni siquiera un nativo llega a entenderme.    

     B)    El tipo no sabía lo que era ser “muy vegetariano” (o le importaba tres palillos).
                            
    C)    O si entendía perfectamente a lo que me refería e insistía en ofrecerme un rollito de sushi 100% vegetal.


Llámenme pesimista, pero yo apuesto por A y B...


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