Hace
una década los creadores (o ilusionistas) de Lost sorprendieron al
mundo con una de las mayores paradojas etológicas posibles: situar a un oso
polar en una isla tropical. Más allá de este cruel y efectista “truco de
magia”, no poc@s nos planteamos las condiciones y consecuencias de semejante
incongruencia, amparados por la ingenua convicción de que ese experimento jamás
podría realizarse en el mundo real. Sin embargo, la realidad, una vez más,
había superado a la ficción y muy pocos lo sabíamos. Ese oso polar ya existía y
vivía en Argentina.
Arturo
tiene casi 29 años y desde hace dos décadas malvive en un “cuchitril-camisa de
fuerza” del zoo de Mendoza, soportando temperaturas de hasta 40 grados (en
condiciones naturales, un oso polar puede vivir a una temperatura de -40º) y
con un charco mugroso de 2 metros de profundidad como cruel recordatorio de la
vida que no tuvo. Y es que nunca ha sido libre. Llegó desde un zoo de Colorado
para ser el compañero de Pelusa, su desdichada compañera osuna. Cuando esta
falleció, hace dos años, el delicado hilo que sujetaba su precaria salud mental
se quebró. La grave depresión que padece unida a su cada vez más deteriorada
salud, han ido de la mano de sus dos desafortunados títulos mundiales: el de
“el animal más triste del mundo” y el de “el único oso polar de Argentina” (en
diciembre de 2012 otro oso polar, que vivía en las mismas deplorables condiciones,
murió presa del calor en Buenos Aires).
Arturo
es un rey forzoso en un trono de cemento que está pidiendo su abdicación a
gritos. Su pelaje hace tiempo que dejó de ser blanco, suele pasarse horas
abatido y completamente inmóvil y la mayoría de sus movimientos se reducen a
preocupantes estereotipias (movimientos, posturas o voces repetitivos o ritualizados
característicos de los animales que viven en cautividad) que rasgan el corazón
y hielan el alma de cualquiera que tenga la oportunidad de verlo y merezca el
calificativo de humano.
Su
dramática situación, sin embargo, ha traspasado las fronteras de Argentina. La desesperación
de Arturo ha conmovido e indignado a tantas personas a lo largo y ancho del
planeta, que una campaña internacional, dirigida a la presidenta argentina
Cristina Fernández de Kirchner, ya ha sumado más de 400.000 firmas y pretende,
contra viento y marea, trasladar al pobre animal al Parque Zoológico
Assiniboine de Canadá (que se ha ofrecido varias veces a acogerlo), donde le
espera un hábitat natural y una vida digna. Sin embargo, en Mendoza, sus
dudosos especialistas (no permiten que ningún experto ajeno al zoo lo examine)
aseguran que Arturo no sobreviviría al viaje, por culpa de su avanzada edad y
su débil sistema inmunológico. Y es que cualquier excusa es válida para mantener
pegada a la corona al célebre (y rentable) monarca del zoo.
Como
contraataque, figuras internacionales se han ofrecido a hablar por Arturo. Entre
otros, el excandidato presidencial republicano Newt Gingrich también se sumó,
vía Facebook, a la campaña internacional para salvar al maltratadísimo oso
polar. "Si usted ama a los animales
como yo los amo, usted firmará la petición para salvar a Arturo", dice
Gingrich en el vídeo. "Es una
situación muy triste y hay que salvarlo". Aunque tal vez su defensora
más acérrima sea la cantante Cher, quien a través de twitter ha dejado más que
clara su posición a la presidenta Fernández de Kirchner:
"¿No lloras por él,
Argentina? ¿No tiene lágrimas Cristina Fernandez de Kirchner por el torturado
oso polar Arturo? Sus manos quedarán manchadas con su sangre cuando él
muera", afirmaba
rotunda.
La
presidenta, ante la presión internacional, argumenta con indiferencia, desprecio
y un bochornoso especismo, que “tiene
otras prioridades antes que salvar a un oso”, como si la liada madeja de
los conflictos y compromisos humanos justificase evitar un acto de humanidad
perfectamente realizable hacia otra especie.
Arturo,
que probablemente cambiaría toda su triste existencia por compartir el destino
de cualquier oso libre (incluso por la de aquellos que ven amenazada seriamente
su supervivencia), no sólo ha reabierto el (necesario) debate sobre la más que dudosa
función de los zoos, sino que ejemplifica, tristemente, la postura indiferente,
cruel, ofuscada y soberbia que el mundo mantiene, no sólo hacia el animal más
amenazado del planeta, sino hacia el mismísimo cambio climático. Arturo, muy a su pesar, se ha convertido en
un termómetro más de nuestra ceguera e inhumanidad. Si seguimos presionando, ¿tendrá
Arturo la oportunidad de vivir fuera
de Camelot durante los años que le
quedan de vida? ¿Podrá finalmente convertirse en un oso en lugar de un sufrido prisionero-fantasma?
Confiemos en que estas preguntas no queden sin respuesta, como muchos de los
ilusorios interrogantes que nos dejó Lost.
[Arturo
se ha convertido en una de mis espinas animalistas más dolorosas desde que
conocí su caso. No pido que le dediquéis una actualización o mandéis un e-mail
a la “super presi”, pero, ¡please, firmad, tuitead, difundid su caso! ¡echadle una
pequeña zarpa! Nos cuesta tan poco ser solidari@s.]
Peticiones
para salvar a Arturo:
3- http://greenpeace.org.ar/osozoo/index.php?utm_source=twitter&utm_medium=TWshare&utm_campaign=ShareTW
Página
sobre Arturo en Facebook
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is watching. #freearturo
o #SaveArturo a @CFKArgentina @CasaRosadaAR
Más
formas de ayudar a Arturo
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