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Sunday, October 10, 2021

Fake Meat: The Anti-Ratatouille Experience

 



Anoche cené una hamburguesa vegana de una conocidísima marca que se enorgullece, no solo de la calidad de sus productos, sino de lo mucho y bien que imitan el sabor de los cadáveres productos cárnicos. Como consumidora ocasional de hamburguesas vegetales, tenía muy claras mis preferencias, siguiendo, inconsciente y obcecadamente, la misma máxima: todo lo que lleve champiñón y lenteja roja es bien. Sin embargo, “¡seamos Marco Polos del sabor, de vez en cuando!”, me dije. ¿Qué tendrá esta super “TOP” hamburger que ofrecer?




Desde que me la sirvieron, noté algo extraño, profético, discordante. Era demasiado gordita, demasiado roja, demasiado hamburguesa vacuna. Probarla solo confirmó mis sospechas. Aquello sabía a carne. Espantosamente. ¡Qué mal rollo! Y supongo que, antes de darme cuenta, sufrí el anti-Ratatouille de Anton Ego. Aquel sabor ancestral no supuso un flashback a tiempos mejores, sino todo lo contrario. Yo era la niña que vomitaba los purés en los que mi madre intentaba colarme vísceras y, años más tarde, con estofados y filetes, me resultaba igualmente imposible tragar la insípida bola de tejido cárnico que se me había formado en la boca. ¿El hecho de que esta burger sepa a meat-meat… mola? Hello? ¡A mí la puñetera carne no me ha gustado en la vida!




Y confieso que me la tragué, sin un ápice de culpa, pero con mucho esfuerzo y asquito. Ella, por su parte, me lo recompensó con una “digestión rencorosa” y una sensación de pesadez de tiempos pre-veganiles. No repetiré. Esa ha sido nuestra primera y última cita (¡Que salga con otrxs!). Así que sí, entiendo y respeto a lxs nostálgicxs de los sabores omnívoros (¿Por qué no disfrutar de sus ventajas sin ninguno de sus inconvenientes?), pero les ruego que me tachen de su lista. Por lo que a mí respecta, no hay necesidad de sustituir ni de imitar nada. Mis hamburguesas (bueno, todos mis platos, en general), hasta la fecha, no han incluido el sabor “fake meat” y ni falta que les ha hecho.




Aunque lo más indigesto de todo fue que, mientras la (mal) comía, no podía evitar pensar en, precisamente, lo que intento apartar de mi mente al despertarme, so pena de no levantarme de la cama: tanto sufrimiento, tanto holocausto, tanta desigualdad y tanto crimen ecocida; tanto empujar al planeta al colapso ecológico, condenando a todos sus habitantes, presentes y futuros, solo por degustar este asqueroso, suicida y sobrevalorado sabor de mierda?   




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Friday, May 22, 2015

Cosas que no decir a un/a veg(etari)an@ # 4 : ¡Ah, es que tú no puedes!



Si un no omnívoro tuviera que meter una moneda de un euro en una jarra cada vez que escucha esta frase, en menos de cinco años podría comprarse un super televisor de plasma, un coche, o un piso en el centro de Donosti, dependiendo de la frecuencia e intensidad de su vida social.

Y es que te la dicen tus amigos, tus familiares, tus conocidos (casi siempre sin pensar y casi nunca con maldad o “recochineo mayoritario”), cada vez que se oferta u ofrece algo comestible que contenga carne o algún subproducto animal. Y tú les miras indignada y seriamente, consciente de que, inconscientemente (valga la redundancia), te están llamando “discapacitada nutricional” sin siquiera darse cuenta.




“No es que no pueda, es que no quiero”, contestas. Entonces llega, esa odiosa mirada de condescendencia infinita, esa que se le echa a un niño de 7 años por presumir de adultez al haber sido proclamado el más alto de su clase. Y tú sabes que, por mucho que te esfuerces en explicarlo, no entienden el matiz, ya que están más focalizados en lo que pierdes que en lo que ganas. Desde su punto de vista gastronómico, tú dieta representa una serie continua de pérdidas y sacrificios a los que ellos no tienen que enfrentarse.


Y nunca les sugieres, aunque te gustaría, que imaginen que el animal (o subproducto animal) más repugnante del mundo, marinadito en su salsa, es el plato estrella en algún banquete (local o extranjero) al que tienen la mala suerte de acudir. ¿Qué contestarían si alguien les ofreciera ese “manjar” que parece sacado de Indiana Jones y el templo maldito: ¿no quiero o no puedo? Pues exactamente eso sentimos los veganos y vegetarianos: hay ingredientes y platos que, para nosotros, hace tiempo que ya no son un alimento.

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Sunday, March 04, 2012

Bad milk



Desde que me hice vegetariana he utilizado (un poco ingenuamente) la presencia de leche de soja en locales y supermercados como medidora de eco-conciencia.

Hacia finales de los 90 había una marca de leche de soja en todos los hipermercados y, con suerte, en algún super de barrio. Esa única leche vegetal, que tenías que consumir sí o sí, no tenía demasiada competencia, estaba en su “fase oral” y, la mayoría de las veces, como diría Ned Flanders, sabía a rayos y centellitas.

Ahora se puede elegir. No sólo tienes media docena de marcas de leche de soja en cualquier supermercado, sino que también puedes decantarte por la milk de avena, de arroz, de avellana o de almendra. Las diferencias entre unas y otras, incluso entre las que utilizan el mismo ingrediente base, son notables, así que es cuestión de someterse al tedioso proceso del ensayo y error hasta encontrar “la niña de tus guisos”.




También ha cambiado el consumer target. La leche vegetal ya no es cosa de animalistas concienciados o hippies excéntricos, sino que, además, la toman personas que cuidan su dieta, intolerantes a la lactosa, todos aquellos a los que les gusta experimentar con la variedad o, simplemente, quienes no soportan el sabor del jugo mamario vacuno.

En la mayoría de los bares, cafeterías y restaurantes, sin embargo, su uso, resulta, no sólo menos frecuente, sino casi insólito, de tal forma que, aún hoy, al preguntar por una alternativa vegetal, hay quien frunce en ceño y te mira con recelo, como si, en lugar de leche de soja, hubieras pedido algo inconcebible, como leche de burra.

Lamentablemente, en muchas ocasiones, en parte por desgaste y en parte por conformismo, se da la batalla por perdida de antemano, lo cual resulta tremendamente contraproducente. Los no consumidores de leche de vaca no deberíamos renunciar a un café, a un helado, un postre o al uso de mahonesa o de bechamel en cualquier plato (todos fácilmente sustituibles por una alternativa vegetal) sin, al menos, dejar claras nuestras preferencias, o, incluso, protestar amablemente por ello (no demos más municiones a la mayoría inconsciente de las que ya tiene).




Me atrevo a asegurar que tod@s los no cow milk drinkers tenemos una o varias anécdotas en nuestro museo particular de los horrores. Curiosamente, en mi caso, la más llamativa ocurrió, inoportunamente, en un hospital hace pocas semanas. Tuve la poca delicadeza de preguntar cuántos tipos de té había en la cafetería, y fui contestada con “¿y qué mas da que sea verde, negro o rojo?” (insulto number one) en ese tono entre la chulería y el paternalismo que utilizan esos hombres machistas que necesitan sentir que tienen el dominio en cualquier situación (cuando, en la mayoría de la veces, dista mucho de ser así).

Con todo el dominio del que fui capaz, le dije que quería un té negro con leche. Mientras lo preparaba, de mala gana e incapaz de comprender el hecho insólito de que alguien quisiera mezclar té con leche sin prescripción médica, no pudo reprimirse, y pronunció un sonoro y grosero “esto es una mariconada” (insulto number two). Antes de que pudiera responderle asertivamente, colocó el té frente a mi, mientras una nueva perla salía de su boca “desde luego, como os engañan con estas paridas” (insulto number three).

Creo que nunca he sentido más ganas de abofetear a alguien. Cuando salí de la cafetería (que no volvería a pisar en todos los días posteriores) no tenía claro si lo que más me había dolido había sido ser el objeto de aquel despliegue de zafiedad y estupidez supina o el hecho de saber que un energúmeno despreciable trabajaba en el lugar en el que más seres vulnerables por metro cuadrado hay en el mundo.




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Tuesday, November 01, 2011

Cómo tratar “bien” a un vegetariano



Hace semanas comencé a escribir un texto sobre todas esas frases que nunca hay que decirle a un veg(etari)ano y, casualidad de las casualidades, hoy, gracias a un blog, he descubierto que ya había sido escrito, de forma colectiva, por los miembros de un foro. Por lo tanto ésta (salvo algunas modificaciones que espero me perdonen) es casi una actualización copy-paste.

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Cuando recibimos visitas, vamos a un restaurante, conocemos a alguien o contratamos a una prostituta, nunca falta la posibilidad de que esta persona sea vegetariana, ¿Vegetariana? ¡Sí! Vegetariana, un humano que ha decidido vivir a base de pasto para no matar animales. En estos casos nunca falta la reacción de sorpresa ante tan raro espécimen, por eso, yo: Pepito, el asesino de nueces, me digno a escribir un tutorial sobre cómo dar un trato único y especial a los vegetarianos.
También hay casos aún más raros donde nos encontraremos con “veganos” ¡Sí! Tal como suena: son una religión pastafari aún más estricta que los vegetarianos. Es fácil reconocerlos: Si mira los ingredientes de cada cosa que compra; te pregunta si el E-214 es de origen animal o no; su cesta de la compra consiste en productos con los que ni soñabas y vive estudiando nutrición, ¡Es vegano! También es aplicable esta lista de consejos a estos seres.

Empecemos:

1. Siempre le ofrecerás los únicos vegetales que existen: lechuga, tomate, cebolla, patatas fritas, aceitunas o champis y si están sosillos y con sabor a agua, mejor (by Crisha)
2. Siempre le preguntarás cosas como: “¿Y qué comes?”  “¿y los vegetales no están vivos también?” ó  “¿y los animales no se comen los unos a los otros?”. Si mientras le preguntas gritas, tus ojos se enrojecen y/o echas espuma por la boca, mejor.

3. Si eres chef y cocinas para un veggie, recuerda: Los peces son algas, el tocino crece en los árboles y el pollo es un tubérculo.
4. Si les dices cosas como: “Te apoyo pero yo no sería vegetarian@” (y añades una risa simpática); “cómeme el nabo/zanahoria/cebolleta/loquesea” ó “yo no podría vivir sin chuletones”, les caerás aún mejor.

5. Cuéntales que hace muchos años en un pueblo que quedaba al lado de una isla vivía un vegetariano al que asaltaron y mataron, por una carencia de su dieta.
6. Si le comentas que ha adelgazado/engordado mucho desde que sigue esa dieta y que probablemente tenga anemia o problemas en las articulaciones a causa de su desnutrición, seguro que hasta te hace algún regalo de agradecimiento (by Helia-Murcia).

7. Hazle observaciones del tipo “estás muy blanquito/a”  ó "¡pero si a las vacas les encanta que las ordeñen!" (by Erinna and Neska).
8. Te darás cuenta de lo que come pensando "él no come nada que tenga madre", por lo que no vale un corderito huérfano ni el atún (by Babo)

9. Si lo ves bajo de peso, no tiene porqué ser debido a su forma de vida, puede ser que tú estés con algo de sobrepeso (by Babo)
10. Siempre pregúntale acerca de la dieta de adelgazamiento vegetariana, porque es obvio que quien es vegetariano es para guardar la línea (by Luxae)

11. Cuando comas jamón/chorizo/salchichón/equis, no dejes de ofrecerle! Y si lo rechaza, lo mejor es zanjarlo con un "¡no sabes lo que te pierdes!". ¡Seguro que hasta se le escapa una lagrimilla de nostalgia! (by Luxae).

12. Llévate a tu amigo el vegetas de picnic al parque, así mientras tu disfrutas tu bocadillo de chopped él disfrutará degustando un rico césped (by Mel--)

13. Dile eso de: no te preocupes, ya se te pasará (by Militante Lechuga)
14. Recuérdale siempre, que cuando se pase la moda del vegetarianismo, comerá de nuevo carne. Así conseguirás que pronto te acompañe a comer gambas y marisco (by Chikita)

15. Aunque el vegetariano lleve vivo años y años y años con este tipo de alimentación, no olvides afirmar la realidad absoluta y única verdad: sin carne y pescado, NO SE PUEDE VIVIR. De hecho, los vegetarianos no existen, son hologramas... (by Chikita)
16. En las reuniones o comidas familiares, trata de enfocar la atención sobre el vegetariano del grupo, todos sabrán valorar tus ingeniosos chistes sobre "comehierbas", incluso puede que te ayuden a ridiculizar su postura, así devorarás tu entrecot con la satisfacción del deber cumplido (by Mowgly)

17. Toda frase que contenga la palabra vegetariano te convierte instantáneamente en un nutricionista especializado en veganismo. No necesitas haber leído nada (by Anarcopón)
18. Si comes huevos y lácteos, la gente te dirá "¿y las gallinas qué? ¿no sufren?". En cuanto te hagas vegan@, esas mismas personas te dirán:  "¿Pero huevos o leche sí comerás, no?¡que no hay que matarlas para comerlos!" (by Anarcopón)

19. Lo mejor que puedes hacer por él/ella es quitarle un poco de su pesada carga (sabes que está sufriendo por no comer carne ni pescado) y cuando se niegue a comer ensalada porque lleva atún, dile: "Pero si porque te comas un poquito no te va a pasar nada"... (by Helia-Murcia)
20. Después de ofrecerle un plato de lechuga, como única opción vegana, afirma categóricamente: "hay que ver qué mal comes" o "yo no podría".  El espécimen vegetariano se sentirá reconfortado por tus palabras, verá la luz, y terminará comiéndose un chuletón (by Erinna)

21. No importa si le da gripe, leucemia, neumonía o micosis, pase lo que pase, siempre será por ser vegetariano, así que debes recordarle eso constantemente.
22. Siempre (sin importar sus argumentos) dile la verdad: que los animales no sufren, ni saben que está pasando cuando los matan. Además... ¡para eso fueron hechos! ¡para que nosotros los comiéramos!. Te agradecerá que le abras los ojos (by AngvB)

23. Hazle ver sus errores: que inhumano/a es quien osa quitarle la comida a los pobres animales. ¡Él/ella también los hace sufrir! (by AngvB)
24. Recuérdale siempre que tú haces lo correcto: si nadie se comiera a tooodos esos animales...  ¡sobrepoblarían el mundo! Por este comentario te considerará su mejor amigo (by AngvB)

25. Le puedes explicar a tu amigo vegetariano que "los humanos somos carroñeros y es natural que comamos algo de carne". También le puedes ilustrar con "si hubiera una especie más dominante que nosotros seríamos comidos". Estará encantado de recibir estás lecciones y además gratis (by Helia-Murcia)
26. Siempre que vayáis a comer a algún sitio o cuando se traiga comida de casa, revisa todos los ingredientes de sus platos, no vaya a ser que se le cuele algún ingrediente de origen animal "sin querer". Si hay algo de apariencia sospechosa, preguntarás ¿Y esto es vegetal? Cuestiónaselo todo, te lo agradecerá (by Kea9)

27. En las celebraciones especiales, acércate al/a vegetarian@ con un buen filete y hazle comprender que "un día es un día". Insiste en ello tanto como puedas (by ami)
28. Recuérdale constantemente que ser vegetariano -si es varón- es de "nenas" y que los machos se meten su buen chuletón en el desayuno (y si acentúa su panza cervecera, mejor). Reflexionará y se percatará de su error.



Extraído de http://www.forovegetariano.org/foro/showthread.php?t=39132

Monday, August 09, 2010

La pesadilla que empieza por a...




Hay una confesión made in me que, inexplicablemente, provoca desencajamientos de mandíbulas y ojiplatismos varios. Su efecto es tal, que varios de mis amigos y algunos (potenciales) amores, me han mirado dolidos, casi traicionados, para acabar contraatacándome con frases como “tú y yo no podríamos vivir juntos”.
Por lo tanto, en vista de reacciones anteriores, pido de antemano que las almas sensibles se pongan algún tipo de emo-cinturón de seguridad, porque no hay forma indolora de decirlo: Odio el ajo.

Debe ser que, por mi condición de vegana, casi todo el mundo asume que me gustan todas y cada una de las verduras, frutas y especias habidas y por haber (¿acaso todos los carnívoros se comen todo lo que se mueve?). Y también debe ser que al vivir en el país del gazpacho y el alioli, casi todos piensan que mi tirria ajil divide mis posibilidades culinarias por 100, lo cual no es en absoluto cierto (simplemente, basta con no añadirlo y full stop).

Y es que a pesar de haberlo intentado durante años, no lo puedo remediar. Cada vez que el sabor de la famosa hortaliza sobresale mínimamente de entre el resto de los ingredientes en mi paladar, siento el impulso irrefrenable de salir corriendo a lavarme los dientes. Sin embargo, ni un triple lavado intensivo con dentífrico super menta + elixir elimina completamente su nauseabundo sabor, y cada Garlic Day me condena a una dosis masiva de chicles.

Sus defensores a ultranza, pontifican con sus bondades medicinales como si eso fuera un argumento de peso para meterse un alimento entre pecho y espalda. Que yo sepa, nos alimentamos a varios niveles y el plato perfecto tiene que cumplir 3 requisitos básicos: saber bien, sentar bien y debe ser obtenido sin ocasionar ningún tipo de daño o prejuicio (lo cual refuerza y multiplica los requisitos 1 y 2).

A pesar de todo, no estoy sola. Conozco otros casos de fobia ajil: los vampiros (con los que comparto el tono de piel), los gatos (odian su olor, junto con el de los cítricos y el vinagre) y muchos ingleses, con Victoria Beckham a la cabeza, insisten en que en nuestro país abusamos sin miramientos del famosérrimo bulbo... ¿será verdad? :S



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Saturday, July 31, 2010

Yo viví la boda de Chelsea Clinton




No, no es el nombre de un grupo feisbukil (aunque podría serlo). Tengo una confesión que hacer: si pudiera teletransportarme a otro lugar, en estos momentos, pediría estar unos minutillos en la boda de Chelsea Clinton. Y mientras que mis amigos y conocidos se llevan las manos a la cabeza, temiendo que finalmente haya sucumbido al bombardeo corazonil, aclaro y matizo este inusual comentario: ¡el menú es veg(etari)ano!

No ha sido la primera boda veggie del mundo del famoseo. Paul McCartney, Alicia Silverstone, Casey Affleck y Ellen Degeneres, entre otros, se le han adelantado. Pero es probable que sí sea la primera big fat wedding que trascienda a nivel mundial. Y que la boda del año en USA (con toda la repercusión a nivel de tendencias que eso supone), sea verde, es un muy buen síntoma de cambio. Y si a partir de ahora, ¿del clásico “chicken or beef?”, se pasara al "chicken or tofu"?

Sin embargo, no todo es tan green como lo pintan. La pelirroja Clinton ha sucumbido a algún oscuro acuerdo omnívoro, permitiendo una dolorosa excepción en su big day: ternera (eco-ternera, pero una vaca bebé, after all). How could you, Chelsea? ¿No podías engañar a los invitados y darles seitán por ternera, con el descarado sabor a canne que tiene? Además, con el nivel de embolingamiento al que se llega en estos eventos, ¿cuántos paladares notarían la diferencia?

Mucha gente me lo ha preguntado, entre la curiosidad y la mala baba, y siempre se indignan con la respuesta: un rotundo no. Como vegana, no permitiría que ningún banquete o celebración en mi honor, implicara asesinato y muerte. La sola idea me resulta de una contradicción y una incoherencia bastante dolorosa. Si eres animalista, no tiene sentido hacer excepciones éticas o morales en un acontecimiento tan deseado y programadísimo como tu propia boda.

Al planear un banquete, hay que pensar en los invitados, of course, pero creo que el problema básico radica más en los prejuicios (y los miedos) de muchos omnívoros hacia la dieta veg(etari)ana. Como al parecer comer verde está reñido con el paladar, probablemente esperen un menú insípido a base de crudités o ensaladas (a pesar de que hay mucha más variedad de verduras que de carnes y las posibilidades culinarias infinitas ser). Aunque, bien pensado, aún más terrorífico que una boda sosainas, es la posibilidad de que la comida alternativa guste. Eso llevaría a los invitados a hacer un incómodo reajuste: ¿Y si realmente se puede vivir "con sabrosura" siendo veg(etari)ano?.


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Wednesday, July 29, 2009

Ir de boda




Lo supe instintivamente. Y es que el atún de la ensalada no presagiaba nada bueno. Tras su rápida expulsión al plato de una amiga, construí un fuerte o una zona 0 que, desgraciadamente, tuvo como víctimas a los maíces. Con lo que a mi me gustan...

Salvo mi solidaria amiga y su marido, el resto de los comensales, alucinados con el hecho (al parecer, insólito) de contar con una vegetariana en la mesa, comenzaron, por asociación mental, a rescatar “personajes gastronómicamente excéntricos o rarosos” de su memoria: que si una macrobiótica obsesiva-compulsiva que pesa todo lo que come y nunca se pasa ni un gramo, que si otra tipa con fobia a los gérmenes que sólo come lo que ella cocina y se lleva su propia food a los restaurantes, que si el primo del amigo de Murcia que es crudiriano y hare krishna y un día casi muere atragantado por una nuez de macadamia rancia...

“Somos la mesa de los raros” susurró mas que pronunció una frágil y aniñada mujer a dos asientos de mi. “¿Y eso?” increpé. “Tengo alergia a cualquier tipo de hongo y no podré comer el primer plato. Soy rara”, añadió. “Perdona, pero especial y raro, no es lo mismo” contraataqué. La frase quedó flotando en el aire, como un globo que hubiera inflado y atado a mi silla para que todos los presentes pudieran verlo. Desgraciadamente, no lo vio nadie.

Llegó el mencionado plato de hongos variados con ibéricos para la gran mayoría y sin “oinks” para mi. Para entonces, yo ya estaba llena (comer como un pajarillo y beberse 3 vasazos de agua tuvieron algo que ver). Pero el gran número aún no había hecho acto de presencia. Como de todos es sabido, el 3 es la estrella, ya que a la tercera va la vencida. El camarero, descaradamente, me sirvió la misma merluza ensalsada que al resto. “Perdona, pero no como pescado”. Cara de estupor. “Soy ve-ge-ta-ria-na”. Cara de estupor en Panavision que fue interrumpida por un “bueno, pues ya te improvisaremos algo”. Y vaya si lo hicieron. Tuve el honor de degustar un plato que sólo se come un lunes por la mañana tras un fin de semana de excesos gastronómicos y alcohojiles, cuando estás en plena operación bikini, el medico te ha prohibido la sal y te duele el metacarpo del pie izquierdo: verduras al vapor. Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras el comensal de la izquierda lo saludo con un “¡Ah, bieen!”, la de la derecha, pronunció con indignación un “¡No me puedo creer que te hagan esto!”. Me comí un par de judías y deje el resto en señal de protesta.

Cuando me trajeron el risotto, no sólo había perdido total y absolutamente el apetito, sino también la fe en la humanidad. Minutos después del postre, en su ronda relámpago por las mesas, la novia me hizo la pregunta de rigor y no fui capaz de mentirle, la aprecio demasiado:

- ¡Me han servido pescado!
- ¡No me digas eso!¡Pero si llevo meses repitiéndoles lo que comías y lo que no!
- Lo se, Sil, lo se... Ea, ea, ea, ea...

[Pic del risotto misterioso]
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