Tuesday, January 26, 2021

Otro día más en Vystopia

 



Vystopia (*):

1. Crisis existencial experimentada por lxs veganxs, que surge de la conciencia/estado de shock de vivir en un mundo distópico.

2. Conciencia de la codicia, la explotación animal omnipresente y el especismo en una distopía moderna.

 

A veces el despertador ofrece unos minutos de tregua, pero tarde o temprano, aparece esa certeza plomiza, insoportable, al más puro estilo Bill Murray en Groundhog Day. Y es que nada ha cambiado. Aún estás en Vystopia y, otro día más, tendrás que sufrir el mismo bombardeo de atrocidades oportunamente oculto tras el especista velo de la indiferencia, la normalización y el autoengaño. Y casi puedes escuchar las voces de la radio-despertador dentro de tu cabeza:

-Bien, excursionistas, ¡arriba! Despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace frío.

-Hace frío todos los días, ¿dónde creías que estabas, en Miami?




 

Hace frío todos los días

Si desayunas con la radio, la tele o haciendo scrolling en cualquier TL de una red social (Twitter, Facebook, instagram, Tinder?), no solo aparecerá la publicidad infecta de cadenas de comida rápida o de sangrientas ofertas de supermercado, sino que siempre habrá algún/a usuarix dispuestx a demostrar al mundo lo supuestamente irresistible que resulta el trozo de cadáver y/o de subproducto animal que va a meterse entre pecho y espalda, no vaya a ser que sus followers duden sobre qué bando ha escogido en la espectro de la ética… y de su propia extinción.

Una vez en la calle, no es necesario caminar demasiado para encontrarlas. Carnicerías y pescaderías, alterando el campo gravitatorio de las calles, contaminándolo todo con el hedor más nauseabundo que existe: el de la muerte de seres que no querían (ni debían) morir. Observando a la gente entrar y salir de estos negocios-patrocinadores legales del holocausto, con la impasibilidad e inconsciencia más absolutas, de repente, recuerdas al lúcido vampiro protagonista de Only lovers left alive y haces tuyas sus palabras: “Estoy cansada de esto: de lxs zombies, de lo que le han hecho al mundo y del miedo de su propia imaginación”.

Es cierto. Zombies puede parecer un término insultante y agresivo. Al fin y al cabo, casi todxs hemos sido habitantes de Meatland en algún momento. Sin embargo, ¿cómo llamar a las personas con nulo sentido ético y crítico que rechazan e ignoran deliberadamente, en pleno pre-apocalipsis, no solo la información básica, sino su propia responsabilidad de cara al hundimiento de nuestro “Titanic”? ¿Suicidas kamikazes?¿esclavxs de Meatrix? ¿Stormtroopers neoliberales? Lo mismo da. Ellxs son, con diferencia, la píldora más difícil de tragar de esta Vystopia.




 

Stormtroopers neoliberales

En el trabajo o en clase, el día no remonta. Tarde o temprano el especismo asomará el pie, la pierna, o el cuerpo entero: en forma de argumento y/o de cuestionamiento burlón desde la tiránica mayoría; de verdad monolítica, insensible e irreflexiva aprendida desde la cuna o, simplemente, de almuerzo. Porque el hecho de que tú seas veganx (el fastidioso e ingrato recordatorio viviente de una minoría aguafiestas), no va a cambiar ni un ápice sus costumbres diarias (si quedáis para comer ocasionalmente, la cosa cambia y, probablemente, seas tú quien escoja el restaurante). Lo habitual es que, cada vez que les apetezca, tus acompañantes, bien sean colegas, compañerxs, amigxs o familiares, engullan, en tu presencia, cualquier ser que previamente haya caminado/nadado, o a tomarse un café/helado hecho con leche para ternerxs, sin siquiera cuestionarse lo agónico que eso puede resultarte. Mientras tanto, tu único mecanismo de defensa será poner una (con voz de Lady Gaga) “Po-po-po-poker face”. Después de todo, lo “normal, aceptable y necesario” son sus enraizados y mercantilizados hábitos omnivoriles. La “rarita” que “debería adaptarse” continua y esforzadamente al resto, eres tú.

Si tienes suerte, incluso, puedes escuchar uno de tus vegan hits favoritos, en directo y primera fila. Todxs lxs no veganxs lo cantan. Inconscientemente, con las mejores intenciones, y casi siempre sin maldad: “un café con leche de soja/avena para ella y otro con leche normal para mí”. Claro. Porque la “leche normal” es la que toman individuos adultos, bien pasada su época de lactancia, robada vil y asquerosamente a madres violadas de otra especie y a sus bebés. Una leche que es una bomba hiper-mega-nutritiva, cargada de hormonas, sangre, pus, orina y antibióticos, potencialmente cancerígena, con más componentes de los que podemos asimilar. Un fluido de crecimiento diseñado por la naturaleza para convertir a un/a terneritx de 30 kg en un/a toraco/vacaza de 1000 kg. “Leche normal”, of course. ¡Qué bien ha hecho su trabajo la abominable industria láctea durante décadas!    




 

Lo “normal” 

Pasado el mal trago puede que consigas refugiarte en un libro o en una película. Sin embargo, ¡oh asquerosa realidad!, cuando menos te lo esperas, algún personaje cocinará animales o sus subproductos, montará a caballo, matará o engullirá cadáveres, irá a pescar/cazar, llevará pieles/plumas o acompañará a un animal obligadx a ser actor/actriz, haciendo cosas que no son agradables ni naturales en su especie (cargando con peso, transportando humanos, haciendo gracietas estúpidas, etc), en quién sabe qué condiciones de rodaje. Y sabes que el mundo no será un lugar justo hasta que absolutamente todos y cada uno de los animales que aparezcan en cualquier historia audiovisual sean generados de forma digital. Y, al mismo tiempo, también admites, con extrema amargura, que tu opinión es tan impopular, que hay espectadores y criticxs capaces de ver cómo degüellan a otro ser vivo en pantallaza grande, no inmutarse en absoluto y después tener la vergüenza pétrea de calificar como “sensible y lírico” al film en cuestión (Naomi Kawase, el doble capricidio de Still the water no te lo perdonaré jamás. JAMÁS).




 

Opinión impopular

A estas alturas del día (y de tu propia película) sientes cierto grado de burn out, desgaste o agotamiento emocional. Probablemente, incluso, hayas tenido que reprimirte para no estrangular con tus propias manos a quien sabe cuántxs zombies omnívorxs. Si te ha tocado día de supermercado, es posible que te arrepientas, incluso, de no haberte llevado tu espada laser. Y si, sonríes amablemente a todo el mundo como una venerable anciana jedi, pero, internamente, la usarías sin pudor contra todos lxs clientes de las secciones cárnicas y pescadoriles, y te lanzarías alegremente a rebanar cabezas en los pasillos de huevos y lácteos, al grito de: “¡Toma muerte ética, sith mamonazi!”.

Una desconocida doble ley de Murphy vegana de supermercado es: 1) La sección de productos veganos/éticos debe estar, necesariamente, pegada al repugnante pasillo de los jamones y/o de las carnes para que evitarlo resulte total y completamente imposible; y 2) Lxs clientes con nula ética y eco-conciencia y peores hábitos alimenticios deben situarse, obligatoriamente, por delante y detrás del/a cliente vegan en la cola de caja, de tal forma que estx últimx no solo sea doloroso e impotente testigo de cómo la dieta del holocausto, del cáncer y del cambio climático va desfilando impunemente en la cinta transportadora, sino que, para colmo, lxs clientes pre-extinción tendrán la desfachatez de hacer la compra del mes y no llevar ni su propia puta bolsa.




 

Doloroso e impotente testigo

Pero eso no es todo, amigxs, porque internet, por mucho que te resistas y escondas, siempre tiene sorpresitas horrendas que obsequiarte antes del final del día: nuevos y contundentes estudios que demuestren, una vez más, el incuestionable vínculo entre ganadería y apocalipsis climático (y que serán ignorados por un numero nada desdeñable de “ecologistas oxímoron” defensores de la ganadería extensiva, obsesionadxs, únicamente, con eliminar los combustibles fósiles), proyectos de nuevas macrogranjas “matalotodo”, subvenciones al lobby ganadero (y/o cazadoril) de quienes nos gobiernan (y que, cínicamente, prometieron luchar contra el cambio climático), amén de una avalancha insoportable de casos de abandono, crueldad y tortura animal, crímenes psicópatas horripilantes e inenarrables, casi siempre impunes, que te perseguirán durante mucho tiempo en tus pesadillas, entre otros “Más difícil todavías”.




 

Más difícil todavías

Todos los días Muchos días necesitas un abrazo desesperadamente, pero, al mismo tiempo, también eres víctima de un extenuante síntoma vystópico: cuanto más tiempo habites en un mundo profundamente enfermo, cruel y pre-apocalíptico, viviendo a contracorriente (es decir, intentando hacer lo correcto y lo más justo para todxs), en incomprensible minoría, más lejos te sentirás de los seres queridos que aún vivan en Meatrix. Hasta el punto, incluso, a echarlos dolorosamente de menos. Si eres creativx, quizá, consigas sublimar, hasta cierto grado, tu frustración. En mi caso, a veces, transformo este sentimiento en poesías como esta:

 

“Entre tú y yo

hay un cuchillo de distancia,

el carnaval del absurdo,

la barbarie.

Un cuchillo que construye Treblinkas,

perfila desigualdades

y socava las entrañas

de la Madre…

[…]

A menudo

necesito cogerte de la mano

en este laberinto

de distancias siderales,

abrazarte

con el abandono

de lxs niñxs y las olas.

Pero cuando me acerco

me acecha un filo metálico

y he de encontrar la distancia óptima

(que no existe)

o diseñar un nuevo escudo

(que nunca funciona)”.




  

A un cuchillo de distancia

E, irónica y tristemente, debes considerarte una persona afortunada si vives solx y, al final del día, al abrir el frigorífico o un armario buscando comfort food comida, no encuentras ningún alimento hecho con crueldad en ningún estante. Y es que las posibilidades de encontrar una pareja afín con quien compartir y construir tu vida, aquí y ahora, no solo son escasas, sino casi negativas en Meatrix. Por lo tanto, además del sentimiento de desubicación, estupor, desgaste, aislamiento, ansiedad, depresión y demás síntomas de nuestro querido Vystopia mode, hay otro con el que resulta imposible no tropezarse, en todos los ámbitos: la soledad. El mundo castiga a lxs rebeldes, desgastándolxs por los ángulos más dolorosos posibles, pero, al mismo tiempo, también ha demostrado, rotundamente, que “No es signo de buena salud estar adaptadx a una sociedad profundamente enferma”. En este momento excepcional y terrorífico de la historia, solo existen dos lugares diametralmente opuestos en los que vivir: el autoengaño irresponsable, inmoral, suicida y con fecha de caducidad de Meatrix y la odisea dolorosamente lúcida y ¿quijotesca? de Vystopia. El primero nos está matando. El segundo dejaría de existir, simplemente, si los humanos tomaran la pastilla roja. Según los datos de los últimos estudios de impacto ambiental (que finalmente valoran, en su justa medida, la importancia del metano como acelerador número 1 del cambio climático), podría ser la única esperanza de la humanidad.

Llegadxs a este punto, si aún eres no-veganx, ¿opinas que no merece la pena padecer vystopia, que la “estrategia avestruz” es menos dolorosa o que ya darás el paso “cuando lo haga todo el mundo”, a pesar del abominable holocausto animal, de la amenaza del colapso climático y de la certeza posibilidad de futuras pandemias? ¿Acaso no merece la pena pagar el precio “síndrome cuento de la criada” o “complejo de Sarah Connor” AHORA, sabiendo que eso nos evitaría males mayores, y garantizándonos la posibilidad de un mundo justo, libre, empático y habitable para todxs MAÑANA? Entre el veganismo o la barbarie, entre colapsar mal o colapsar bien, ¿qué escoges?

“Ven conmigo si quieres vivir” (**) o, lo que viene a ser lo mismo: Please, go vegan!

 

 


 

 

(*)Término acuñado por la psicóloga Clare Mann.

(**) Cita del film Terminator (1984)

Ilustraciones de Jo Fredericks, Pawel Kuczynski, Jackson Thilenius y Roger Olmos.

 

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1 comment:

  1. Gracias por esta entrada! El libro de Claire Mann, Vystopia, es buenísimo! Ojalá estuviera traducido al castellano...

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