Thursday, June 16, 2011

El experimento Somerhalder




Confesión: no entendía la fascinación popular por twitter hasta que comencé a seguir a un guapo actor supuestamente ecologista. Y es que tener a un famoso al que admiras a golpe de tweet, sumado a la posibilidad de interactuar con él, saca la “vena groupie” de casi cualquiera.

El chico en cuestión es Ian Somerhalder, el soso Boone de Lost o el sexy chupasangre de Vampire Diaries.
Sabía que el chico acababa de crear una fundación pro-green y me lo planteé, casi, como un experimento “ecoleaks”: quería saber si su tono verde era autentico, puro maquillaje o un verdosillo pálido, como el apio o el puerro.

Lo primero que descubrí fue que los famosos “piopialmente inactivos”, por muy admirables que sean en el real world, internetilmente son tan aburridos como esos contactos fantasma que todos padecemos; un espécimen tan pasota y/o pudoroso, que aunque les ocurriera (o te ocurriera) la más cinematográfica de las maravillas NUNCA comentarían nada en absoluto.

No es este el caso de Ian, el chico twittea mucho y habla de casi todo: lo bonito que es el lugar en el que está, las campañas con las que se implica, lo mucho que le indigna algún caso de abuso y/o maltrato animal, los proyectos que tiene en marcha, o lo buenorra que está una famosa actriz en alguna alfombra roja.

Cuando leí que iba a pasar unos días en Barcelona, ciudad que al parecer adora, con la excusa de promover su fundación (que ya tiene bases en un buen puñado de ciudades around the globe) pensé que era mi oportunidad de llevar a cabo la última y decisiva fase del Experimento Somerhalder.

Decidí dejarle un tweet que resaltara un poco entre las decenas de “Ian, I love yous, come to my city!” (o los más inquietantes “ya podemos quedar, mi chico lo aprueba”), lo cual, admitámoslo, tampoco es excesivamente complicado. Y es que en mi inocencia, al verle compartir peticiones varias, pensé que, si los planetas se alineaban, entre ruedas de prensa, paseos turísticos y polvos con guap@s desconocid@s, tal vez, y sólo tal vez, el chico pudiera, simplemente, leer la petición para ayudar a una barcelonesa que me preocupa especialmente: la elefanta Susi.

Esta triste habitante del zoo de Barcelona, es la protagonista de una campaña internacional que intenta, contra viento y marea, liberarla de esa cárcel de hormigón que ha puesto en peligro su salud física y psicológica (es ilegal que los elefantes, animales sumamente gregarios, estén solos o acompañados por un único miembro de su especie, pero, once more, Spain is different).

Para combatir las iras internacionales, la solitaria Susi ahora tiene una compañera (tan deprimida y estresada como ella) para acompañarla en su miserable existencia, así que ya no se trata de una sino de dos Susis por liberar. Que alguien con tanto tirón como Somerhalder apoyara la campaña o, simplemente tuiteara la petición, podría suponer otro pequeño empujoncito para Susi.

Sin embargo, no se alinearon los planetas. Las horas y los días pasaron, el chico seguía deleitándose con las delicias de la Ciudad Condal, pero no hubo ni una sola mención a esa ni a ninguna otra de las eco-urgencias de la city.

Supongo que cuando eres famoso y recibes 1000 mensajes erótico-amorosos al día, llega un momento en el que, por mucho tiempo libre que tengas y muy aburrido que estés, simplemente, dejas de leer en el mensaje 99 y das por hecho que los 901 restantes tendrán el mismo contenido. O tal vez no. Puede que el chico sí lo leyera y pasara somerhilmente del asunto. Nunca lo sabré. Lo que si sé, es que un par de días después, una fan super pelota le comentó que iba a hacer una campaña masiva para que le nominaran a los emmy por su diario vampírico y eso sí que lo twitteó...


Si no eres famos@ pero quieres ayudar a Susi y a Yoyo http://www.liberaasusi.org/firma.php




P.S. Sí, la de la foto es Susi en su super mansión :(

3 comments:

  1. Bueno, tal vez dececpcionante... O tal vez se ha movido ya en Barcelona y ha firmado. Sea como fuere, siempre hay gente que se va a preocupar de Susi, y eso es lo que importa.

    Te voy a contar la próxima vez que parlemos el caso de los leones del zoo de San José de Costa Rica. Costa Rica tal vez sea "tu país": la conciencia ecológica que hay allí es la más firme que he conocido nunca. Y el caso de los leones de ese maldito zoo es uno de los más aberrantes nunca vistos... Pero el pueblo costarricense no para de luchar.

    Te contaré.

    Kisssss luchador.

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  2. Un día cogeré un libro de mi biblioteca, me encontraré el dibujo que me hiciste mientras me vestía, el poema que me escribiste mientras me dolía y recordaré que te quería; un día abriré un libro de mi biblioteca y al pasar sus páginas caerá sobre el suelo de mi casa un confeti de pétalos de rosa del último ramo que me enviaste, el billete de avión que me llevó a aquel sitio que fue hermoso porque tú estabas en él y recordaré que me querías. Lo malo de los elefantes es que tienen memoria de elefante, pero como una especie de castigo divino, carecen de una biblioteca donde enterrar recuerdos de amor para reencontrarse con ellos cuando el dolor ya no pueda darles alcance.

    Annabel, una elefanta asiática de 45 años que vivía en un zoo de Holanda, falleció a principios de marzo al caer a un foso en el cual ya habían caído otros muchos hermanos suyos; la única diferencia es que sus congéneres consiguieron salir de él, pero Annabel se partió una de sus prodigiosas patas de elefante y debió ser sacrificada tras una noche en solitario por los responsables o irresponsables del zoo. Resulta estremecedor ver las imágenes de sus compañeros elefantes acercarse al foso donde Annabel dejó de ser Annabel para empezar a no ser nada; tantean con sus trompas, tal vez huelen, buscando la huella de algo que estaba y se perdió, rastreando un recuerdo que no pueden esconder en un libro. Lo malo de los elefantes es que tienen cementerios a los que van a morir cuando sienten que la vida los abandona, pero en cautividad, aunque las cárceles recrean su medio natural, siempre olvidan habilitar un espacio en el cual puedan ir a poner un ramito de violetas cada 1 de noviembre; los zoológicos nunca consideran la necesidad de construir una abundante biblioteca que despida una pálida fragancia a pétalos de rosa, a un paseo por el Sena, a un abrazo en la Alhambra, a un beso en Madrid, una caricia salada en Campoamor, una noche estrellada en Tanzania, un pudo ser y no fue en Corfú.

    [Sigue abajo]

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  3. Susi, una elefanta africana de 36 años, que vive en el zoo de Barcelona, no ha caído en un foso, sino en una profunda depresión. Compartía un pequeño recinto -mil metros, cuando los animales de esta especie deben disponer como mínimo de dos hectáreas de terreno- con su compañera dominante Alicia, que falleció en febrero del año pasado en extrañas circunstancias. Susi, sin su matriarca, se muere de pena, come sus propias heces y balancea la cabeza y la trompa de forma compulsiva; ella, que es vegetariana, de puro aburrimiento y agonía, pide comida a los visitantes y completa su coprofagía con embutidos, patatas fritas, bolsas de plástico, lo que sea para llenar el hueco que deja la ausencia. Hasta Saramago pidió por ella. Que la dejen morir en semilibertad porque ahora ya no sabe ser libre. Que le pongan una biblioteca, por caridad, para que pueda arrugar las hojas de los libros con sus lágrimas. Que cierren los zoológicos porque no son más que museos de cadáveres en vida.

    Santino, un chimpancé de treinta años que vive en un zoo de Suecia, ha dado demostraciones de una gran inteligencia porque no sólo arroja piedras contra los visitantes, sino que ha hecho de buscar las mejores piedras, almacenarlas y tallarlas, su oficio. Almacenar y tallar denota su premeditación y por tanto su inteligencia, eso es lo que han observado los estudiosos, y, sin embargo, no se les ha ocurrido pensar que Santino protesta, cada piedra que acumula y trabaja es una queja en el buzón de reclamaciones, sus piedras son las heces que Susi engulle mientras planea su propio suicidio. Que le pongan a Santino una surtida biblioteca de clásicos de la literatura para que pueda lanzar libros de forma compulsiva, para que pueda desprenderse del recuerdo de anhelar algo que ha perdido, la libertad.

    Un día, Susi la elefanta y Santino el chimpancé tomarán café sentados en los mullidos sillones de su biblioteca, abrirán un libro y, entre sus páginas, encontrarán el dulce roce arrugado de la reseca piel de Alicia, una rama por la que trepar que olerá a selva, el hueso roto de la pierna de Annabel, una piedra que quedó sin arrojar, la libertad; y recordarán que yo, a mi manera, los atesoro entre las hojas de mis libros; que yo, a mi manera, también los quería.

    Cecilia Lopez, La Opinión de Murcia.

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