Tuesday, November 22, 2011

Animalismo: ¿movimiento imparable?


Los animales son tratados perversamente por culpa del endiosado antropocentrismo del hombre, un antropocentrismo que, si bien desde el punto de vista científico está caduco, todavía contamina gran parte de nuestra ética. Pero los valores cambian, y al igual que ahora vemos con horror la esclavitud, que antaño se admitía como algo normal, la conciencia hoy nos dice que es moralmente intolerable causar sufrimientos innecesarios a los animales, pues el dolor tiene las mismas consecuencias nocivas para quien lo experimenta, siendo tan indeseable para los animales como para los humanos.

Tal capacidad de sufrir de los animales es el punto de partida del movimiento animalista que emerge, imparable, frente al abyecto trato que el animal humano dispensa al resto de las criaturas por el simple hecho de que pertenezcan a otra especie, discriminación llamada especismo, tan injusta y arbitraria cual las discriminaciones étnicas o de género. El especismo despoja de dignidad y de los derechos más básicos a millones de víctimas inocentes condenándolas al peor de los infiernos, a un océano de dolor que la conciencia moral no puede ignorar en modo alguno. Sobre ello nos invita a reflexionar la actitud animalista. Asumir una actitud moral animalista no supone, por fuerza, que a uno le tengan que gustar los animales, de igual manera que declararse en contra del racismo no obliga a tener que relacionarse con personas de color. Se es animalista porque los seres humanos, como individuos éticos, tenemos el deber de reaccionar contra la tortura sistemática y prolongada de cualquier ser inocente que sufre el dolor físico y psíquico como nosotros. No se trata, pues, de un posicionamiento sentimental de amor a los animales; buena muestra es que el movimiento animalista desaprueba la frívola moda de las ‘mascotas’, al ser otra forma de dominio del humano sobre el animal.

Ser animalista tampoco es ser ecologista, aunque la opinión pública confunda ambos conceptos: al animalista tanto le indigna la agresión a un gato callejero como a un lince, mientras que el ecologista, en cuanto tal, se preocupa por las águilas y no por las gallinas hacinadas en jaulas. Vemos, entonces, que el ideal del movimiento animalista es la lucha contra el sufrimiento ajeno, algo que le equipara con cualquier ONG que trabaje por otras causas humanitarias. Filósofos de reconocido prestigio como Jorge Riechman o Jesús Mosterín no dudan en afirmar:“Los movimientos de defensa de los animales son portadores de un verdadero progreso moral para sociedades como la nuestra”.Sin embargo, a los animalistas no se nos mira con buenos ojos por un sector ciudadano que, irritado en su especismo, critica que dediquemos tiempo y esfuerzo en favor de los animales, habiendo como hay tantos problemas en el mundo.

Los que así opinan, quizá no se han parado a reflexionar que quien se compadece de los animales también se compadece de las personas, y que, del mismo modo que no se pueden defender los derechos de los animales y conculcar los del hombre, no se pueden defender los derechos humanos e ignorar los de los animales. A propósito alertó Henry Salt, incansable activista en pro de los derechos del hombre:“Que no nos traicione ni por un momento la engañosa falacia de que debemos estudiar primero los derechos humanos y dejar que la cuestión animal se resuelva luego por sí sola. Pues, únicamente un estudio amplio y desinteresado de ambos temas permitiría la solución de uno y otro”. Remachando el clavo, la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, refrendada por la UNESCO y la ONU, concluye:“Los derechos del animal deben ser defendidos por la ley como lo son los derechos del hombre”. Hora es de ampliar nuestro horizonte de inquietud moral e incluir a los animales dentro de él, considerando que la misma compasión, el mismo sentido de justicia que nos lleva a rechazar toda forma de abuso ejercida sobre los humanos, debe posicionarnos contra el martirio de millones de criaturas sintientes que gimen en absoluto desamparo.

Rueda hacia adelante un siglo que se recordará como el principio de la mayor revolución moral en la historia de la humanidad; en su transcurso, los animales serán uno de los ejes de la moral y el pensamiento político. A ello apunta, inequívocamente, la conciencia de hombres y mujeres cada vez más evolucionados en armonía con el planeta y con el resto de las especies que lo pueblan. Quién sabe si en una era futura, guiados por la razón, se alcance la meta de la lucha animalista: un mundo libre de la opresión que soportan los animales, los humanos y la Tierra.

Gustavo Cotera

2 comments:

  1. Plena y absolutamente de acuerdo. Veo una entrada cargada de fe aquí. Sí :)

    Y yo creo también que cada vez hay más creyentes en el animalismo. El capitalismo agresivo tampoco quiere que los animales sean bien tratados, y estoy con Bernard Shaw en su gran frase sobre "no ser un caníbal" (sabes cuál es): creo que lo dice todo, y lo dijo un vegetariano y socialista del que entonces muchos se rieron por luchar por los derechos humanos.

    Ains... Tienes que venir a Málaga aunque sea sólo a comer a Loving Hut, el chino vegetariano (ha cambiado de nombre). Te daría un subidón.

    Se te love :)

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  2. Con la llegada del PPoltergeist, tenía que encontrar algo positivo para no deprimirme (si nos esperan años inciertos en manos de tanto tauricida, a los otros animales aún más) y voilà... apareció este texto.

    Gracias por el apoyo moral :)

    Tú tienes que volver a Donosti a conocer el Garraxi y el Landare. Promise me!

    Se te love too :)

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