
Afortunadamente, no es algo muy común, pero en ocasiones, ocurre. Asombrad@ y horrorizad@, descubres que a una persona simpática, inteligente y encantadora le gustan los toros. Y te la quedas mirando con estupor y la cara desencajada como si te hubiera dicho una mendruguez inconcebible del estilo “me pone Jordi Hurtado ” o “me gustan los sandwiches de nocilla con pepinillos”. Entonces, buscas en tu repertorio de respuestas “ácidas y respetuosamente hirientes” pero no encuentras ninguna y optas por la dolorosa postura “bait-tonguing” o el moderse la lengua, que es lo mismo.
Sin embargo, a pesar de tus esfuerzos, te sientes como una nube feota, gris y rechoncha que, por algún motivo, aún no puede ser tormenta, y buscando apoyo empático y moral, te descargas en lo que parecen espíritus más sensibles. Pero para tu surprise, siempre hay algún traitor infiltrado que apostilla eso de “bueno, sobre gustos....”.
¿¡Bueno, sobre gustos!?. ¿Pero que porquería de respuesta es esa? Llamemos al bread bread y el wine wine aquí y ahora. No estamos hablando de los eternas dicotomías tipo cola cao/nesquik, Barça/Real Madrid, Rolling Stones/Beatles, cat person/dog person o Jack Shephard/Sawyer. No, siree. Incluir a los toros en la lista de likes and dislikes está a años luz de ser simplemente a matter of taste, tan lejos que ninguna nave diseñada por la imaginería lucasiana podría alcanzarlo. Hablamos de sensibilidades, sentido critico y el otro sentido, el común, ese que es el menos ídem de los sentidos.
Porque no se puede sentir mas que indignación, repulsa y mucho asquito cuando un sujeto tiene como profesión vestirse de árbol de navidad-marca-paquete, mientras va mutilando y denigrando a otro ser vivo hasta la muerte para regocijo popular. Sólo por que una ruidosa minoría no quiera soltar el rancio testigo que hace muchos años les pasaron los romanos (cuando hicieran lo propio con los cristianos lanzándolos a los leones), no se puede decir “pues vale”. Las tradiciones no tienen sentido si no se adaptan a los valores morales y culturales de la época actual, si no perpetúan valores positivos. Un, dos, tres, responda de una vez el/la que encuentre algo en la tauromaquia digno de ser traspasado a sus bambini.
Nos han enseñado a ser tan pasivos y apáticos, que a veces, nos dejamos arrastrar por las corrientes circulares y ni siquiera reflexionamos. Hay que sopesar, digerir, mojarse y posicionarse, en todo. Y ser consecuente tanto cuando vamos a por la compra, como en una manifestación, como cuando viajamos por otros lares. Porque lo peor, lo que más daño hace socialmente a la perpetuación de vergüenza nacional (además de los intereses económicos, of course), no son los “¡vivan los toros!” sino los “bueno, sobre gustos...”.
“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. George Bernard Shaw ·