Broken había revolucionado
las redes sociales. No se recordaba tanta indignación masificada y activa desde
el lamentable caso Excalibur. Con solo dos mesecitos fue rescatada por una
buena mujer mientras estaba siendo sometida a una sádica e inimaginable tortura:
un grupo de niños psicópatas, hijoputiles y asesinos daban patadas alegremente
a su frágil cuerpecito como si fuera una pelota de fútbol. Este juego cruel y
despiadado había acabado con la vida de todos sus hermanos (al menos 2 ó 3
gatitos más), pero fue recogida a tiempo por esta (desde ya) heroína gatuna que
no cayó en la “miopía nasal” imperante y la llevó inmediatamente a la ONG
Mascoteros Solidarios.
Afectada por la peor lesión que
Carlos Rodríguez, veterinario y presidente de la asociación, había visto en 30
años (tenía totalmente desgarrada la pared abdominal), además de varias piececitas
de su cuerpo rotas, y tras múltiples operaciones y las buenas vibraciones (+
peticiones de adopción) de miles de personas indignadas a lo largo y ancho de
este loquísimo mundo, la michina parecía insuflada por un nuevo y esperanzador
soplo de vida. Tan contagioso era su optimismo que, sorprendentemente y contra
todo pronóstico, confiaba en el ser humano y demandaba cariño sin cesar.
Rodríguez, uno de los pocos
veterinarios animalistas, concienciados y profundamente vocacionales que debe
haber en este deshumanizado país (recordemos que fue él quien se implicó en el
caso Excalibur llegando a solicitar su custodia), vio una oportunidad de oro
(tal vez lo único positivo en este dramático y triste caso) para denunciar una cruda
realidad y exigir públicamente, con más fuerza y rabia que nunca y amparado por
miles de personas, esa impostergable ley nacional de protección animal que
ciega (y nos denigra) dolorosamente con su ausencia.
Y, de repente, mientras el
ministerio de agricultura, alimentación y medio ambiente callaba ladina y
cobardemente, y una afortunada familia humana esperaba a Broken con su camita
medio hecha, el delicado cuerpecito de la gatita comenzó a fallar. Eran
demasiadas heridas y demasiado pesadas sus cicatrices para un ser tan nuevo y frágil.
Y, a las pocas horas, para desconsuelo de todos sus cuidadores, se marchó.
Broken (nombre desdichado y
fatídico y lo único reprochable en este tristérrimo e injusto desenlace), nos
ha roto el corazón dos veces. Cuando la conocimos y cuando nos dejó. Porque
ahora estamos aún más huérfanos de esperanza y hambrientos de cambio, porque la
rabia y la tristeza tienen ya, a su espalda, demasiados nombres, porque la
lista de la impunidad es repugnantemente larga y porque sabemos que en esta
España aún profundamente negra, un grupo de psicópatas de cualquier edad y
condición, sabe que puede realizar la más cruenta y despreciable tortura a un
ser de otra especie en un lugar público sin sufrir ni la más pequeña y
miserable de sus consecuencias.
¡España,
unifiquemos la Ley de Derechos de los animales! ¡Por Broken, por Excalibur y por los millones de almas no humanas que están siendo diariamente asesinadas, torturadas, maltratadas, esclavizadas y ninguneadas: firma y comparte YA!
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