Anoche cené una hamburguesa
vegana de una conocidísima marca que se enorgullece, no solo de la calidad de
sus productos, sino de lo mucho y bien que imitan el sabor de los cadáveres
productos cárnicos. Como consumidora ocasional de hamburguesas vegetales, tenía
muy claras mis preferencias, siguiendo, inconsciente y obcecadamente, la misma
máxima: todo lo que lleve champiñón y lenteja roja es bien. Sin embargo, “¡seamos Marco Polos del sabor, de vez en cuando!”,
me dije. ¿Qué tendrá esta super “TOP” hamburger que ofrecer?
Desde que me la sirvieron,
noté algo extraño, profético, discordante. Era demasiado gordita, demasiado
roja, demasiado hamburguesa vacuna. Probarla solo confirmó mis sospechas.
Aquello sabía a carne. Espantosamente. ¡Qué
mal rollo! Y supongo que, antes de darme cuenta, sufrí el anti-Ratatouille
de Anton Ego. Aquel sabor ancestral no supuso un flashback a tiempos mejores,
sino todo lo contrario. Yo era la niña que vomitaba los purés en los que mi
madre intentaba colarme vísceras y, años más tarde, con estofados y filetes, me
resultaba igualmente imposible tragar la insípida bola de tejido cárnico que se
me había formado en la boca. ¿El hecho de que esta burger sepa a meat-meat… mola? Hello? ¡A mí la puñetera carne no me ha gustado en la vida!
Y confieso que me la tragué,
sin un ápice de culpa, pero con mucho esfuerzo y asquito. Ella, por su parte,
me lo recompensó con una “digestión rencorosa” y una sensación de pesadez de
tiempos pre-veganiles. No repetiré. Esa ha sido nuestra primera y última cita (¡Que
salga con otrxs!). Así que sí, entiendo y respeto a lxs nostálgicxs de los
sabores omnívoros (¿Por qué no disfrutar de sus ventajas sin ninguno de sus
inconvenientes?), pero les ruego que me tachen de su lista. Por lo que a mí
respecta, no hay necesidad de sustituir ni de imitar nada. Mis hamburguesas
(bueno, todos mis platos, en general), hasta la fecha, no han incluido el sabor
“fake meat” y ni falta que les ha hecho.
Aunque lo más indigesto de
todo fue que, mientras la (mal) comía, no podía evitar pensar en, precisamente,
lo que intento apartar de mi mente al despertarme, so pena de no levantarme de
la cama: tanto sufrimiento, tanto holocausto, tanta desigualdad y tanto crimen
ecocida; tanto empujar al planeta al colapso ecológico, condenando a todos sus
habitantes, presentes y futuros, solo por degustar este asqueroso, suicida y
sobrevalorado sabor de mierda?
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