Ni
el/la vegan@ más combativ@ podría autoengañarse
o negar lo evidente: la carne contiene una cantidad considerable de nutrientes,
pero (y aquí vienen las buenas noticias), al mismo tiempo, también lipoácidos
saturados, ácido araquidónico, una cantidad excesiva de fosforo y hierro,
grasas saturadas, colesterol y ácido úrico, entre otras delicatesen nutricionales
no presentes en el mundo vegetal, que además de acortarnos considerablemente la
vida, son el caldo de cultivo ideal para un sinnúmero de enfermedades, muchas
de ellas mortales. (¿Por qué no nos advierten sobre esto de niños cuando nos
venden la carne roja como
el alimento todoterreno
estrella?). Sin embargo, pesar de la masiva campaña de desinformación, se
podría deducir, entonces, que la carne y todos los alientos de origen animal,
“roban”, en términos de salud, tanto o más de lo que aportan.
Algunos
veganos alardean de su dieta como si fuera la panacea y se creen inmunes contra
cualquier tipo de enfermedad, lo cual, además de no ser cierto en absoluto,
puede resultar contraproducente para el propio veganismo. Y es que la salud,
por mucho que nos duela, no depende exclusivamente de la dieta, hay muchos
elementos que inciden en la calidad de su estado. Algunos como la dieta,
nuestros hábitos de sueño, el nivel de felicidad/satisfacción, nuestra
psicología o nuestro estilo de vida son más
o menos controlables, mientras que otros como la genética y los elementos externos
(una catástrofe natural, un accidente, una tragedia, la pérdida de un ser
querido, etc), no. ¿Por qué desdeñar, entonces, lo que si podemos controlar?
Personalmente,
me cuesta entender que aún haya gente hoy día que se aferre ciegamente al
argumento múltiple de tradición, habito, conveniencia, sabor (y economía) para
justificar su consumo de carne. Si una dieta vegana equilibrada y hecha con
cabeza tiene aún más ventajas que la omnívora y ninguno de sus inconvenientes,
¿quién puede querer, en esta época mediatizada y sobreinformada, seguir
suicidándose consciente y lentamente?
Reflexionemos
un instante: si la proteína animal es tan beneficiosa y vital en todas las
etapas de la vida, ¿por qué cuando alguien tiene una enfermedad grave o mortal
la carne y los alimentos de origen animal son los primero que el medico prohíbe
de su dieta?
La
primera acepción de alimento es “Sustancia
nutritiva que toma un organismo o un ser vivo para mantener sus funciones
vitales”. Desde esta definición la carne no sería un alimento, porque no
nos ayuda a mantener de forma óptima y duradera nuestras funciones vitales. Un
alimento debería alargar y mejorar nuestra vida, prevenir males y convertirse
en nuestra medicina, en lugar de ser un veneno que nos mata lentamente. Porque,
como decía Hipócrates, "Que tu
medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”.
¿Tú
haces de tu dieta tu medicina?
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