Thursday, January 09, 2014

Suave y sangrienta angora




Debo haberla llevado docenas de veces. Aquella boina de angora que con tanto cariño me habían regalado mis (por entonces adolescentes) amigas, no sólo era muy bonita, sino que parecía dotar a quien la llevaba de cierto toque vintage french chic.

Curiosamente, muchos años más tarde todo parece haber cambiado y envejecido a mi alrededor, salvo la boina. Nada parece ajarla. Lo que sí ha cambiado, es que en lugar de un puesto de honor en mi armario, ahora permanece en un oscuro rincón, ese que se designa a las prendas viejunas y/o que nos provocan cierta vergüenza.

Confesión: sólo el hecho de que fuera un regalo de gente muy querida me ha impedido tirarla. Ni siquiera necesité hacerme vegana para repudiar su material. Pero si hubiera sabido entonces lo que ahora sé, la habría confinado al rincón de la vergüenza mucho tiempo antes.




La industria angoril nos vendía que la angora era un producto que se obtenía de forma pacífica e indolora en China, país que sigue siendo el principal exportador de este preciado material (el 90% de su producción, aproximadamente). Creíamos o queríamos creer, que a estos apacibles conejos, básicamente se les cortaba el largo y sedoso pelo una vez que hubiera llegado a la longitud adecuada (más o menos como ocurre con los humanos). Sin embargo, la verdad es bastante menos pacífica y, definitivamente, nada indolora.

Videos de activistas encubiertos en granjas “angoriles” han demostrado finalmente lo que las grandes cadenas de ropa ya sabían y, probablemente, no les importaba en exceso. A los conejos no se les corta el pelo: se les arranca violentamente a manotazos mientras los pobres animales, presas de un dolor espantoso, perforan los oídos de todo ser que se encuentre a su alrededor.

Esta práctica despreciable se repite cada 3 meses, periodo en el que, aproximadamente, el pelo les vuelve a crecer. Cuando, tras la rapada brutal, los llevan de nuevo a sus jaulas, muchos de estos pobres animalillos, con su desnuda y delicada piel rosa dolorida y cubierta de heridas, entran en estado de shock severo. Y la tortura continúa durante sus largos y penosos  2-5 años de vida.




En otras fábricas, sin embargo, en lugar de arrancarles el pelo a manotazos, se les esquila o afeita (practica menos común por resultar "menos rentable"). Puede parecer el colmo de la sensibilidad, habida cuenta del método anterior, pero sería muy iluso e hipócrita por nuestra parte pensar que los conejos afeitados no sufren o que lo hacen en mucha menor medida. Mientras se les realiza esta práctica, sus patas traseras y delanteras son atadas (una experiencia que les provoca auténtico pavor),  e inevitablemente, acaban heridos por las cuchillas durante sus desesperada lucha por escaparse.

Si además de todos los espeluznantes datos anteriores, tenemos en cuenta que casi todas estas prácticas crueles son llevadas diariamente a cabo en suelo chino, país donde no existen sanciones por el maltrato animal en las granjas ni normas que regulen el trato hacia los animales, la cantidad de infracciones y abusos que pueden cometerse sobre tan tierno y vulnerable animal marea y aterra.

Como respuesta, famosas cadenas de ropa como H&M o C&A han prohibido temporalmente la producción de angora hasta asegurarse de que esta es producida de forma ética (¿ah, pero es que eso existe?), mientras que Stella McCartney, por su parte, ya ha anunciado que jamás volverá a fabricar ropa de este material. Posteriormente y con algo menos de contundencia, se le han sumado, Marks & Spencer, Calvin Klein o Topshop (que dicen haber paralizado toda compra y producción de prendas). La española Inditex también (por presión popular, aunque con la boca pequeña). Un intento por limpiar su imagen que, al menos, les honra en parte al compararlos con otras compañías que ni siquiera se han pronunciado ni han tomado medias al respecto (no hace falta dar nombres, ¿verdad).




Y es que el mundo no parece haberse inmutado demasiado al respecto. La noticia no ha aparecido en las big news y las it girls y las bloggers de moda la siguen luciendo sin vergüenza, responsabilidad o escrúpulo (“ande yo sexy y mona, que le den al conejo de angora” parecen decir).

Yo, por mi parte, siento un escalofrío paralizante y una enorme tristeza cada vez que miro la etiqueta de una prenda y encuentro tan despreciable y sangriento material. Desgraciadamente, me siento terriblemente sola en mi impotencia e indignación. La angora, especialmente en invierno, sigue siendo un must y lo único que parece frenar a la gran mayoría de las compradoras, más o menos compulsivas, es el precio.

En  nombre de todos los Bugs Bunnies angoriles del mundo, si tienes en tu casa una prenda de angora y/o planeas comprarte algo de este material, please, recuerda esta información y repítele alto y claro un “¡esto es todo, amigos!” a esta cruel e injustificable industria. 




Para l@s más escéptic@s: video espeluznante y noticia completa en http://www.petalatino.com/features/investigacion-clandestina-expone-cruel-industria-angora/



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