(Os
propongo un ejercicio: valorar el vestido protagonista, antes y después de leer
este artículo).
La
actriz y modelo Olga Kurylenko, chica Bond en Quantum of solace, chica Cruise en Oblivion y chica Malick en To
the wonder, destacó favorablemente en la alfombra roja de la última edición
de los Oscars, no por engrosar la lista de las best dressed, sino por ser la única en lucir un vestido y
complementos 100% ecológicos.
Aunque
el outfit color fresa-colar y confeccionado en seda orgánica, ha sido
diseñado por Alice Elia, en realidad, ha
sido creado como parte de la campaña Red
Carpet Green Dress liderada por Suzy Amis Cameron, la esposa de James “soy super ecologista de la muerte pero
derrocho el agua del Nilo en cada una de mis películas” Cameron.
Al
parecer, la campaña ya va por su quinto año y su objetivo, en cada edición, es mostrar al mundo la creación
de un diseñador eco-friendly, aprovechando el escaparate insuperable que supone
la red carpet del tito Oscar. Al vestido lo complementaban unos zapatos veganos
de edición limitada, producto de la colaboración entre PETA y la marca
británica y ética de calzado Beyond Skin
y un eco-cluch de la marca Oroton.
Lo
que convierte en orgánico el vestido de Olga, además de la seda 100% orgánica,
es el hecho de estar teñido por Sappanwood, una legumbre cultivada de forma
sostenible que produce un característico tinte rojizo. Como se puede apreciar,
la guapa actriz también estuvo acompaña por el también eco-abanderado Kellan
Lutz, cuyo macizo-vampírico cuerpo ha tenido el privilegio de inaugurar la
línea masculina de la famosa campaña.
Y
lo que casi todo el mundo se pregunta ante este agradecido bio-despliegue es, ¿qué
tiene de ecológico un vestido de seda? ¿acaso ese delicado material no es
orgánico de por sí? Y es que, desgraciadamente, muy poca gente es realmente consciente
de que, al igual que los cerdos, las vacas y los pollos, entre otros sufrientes
esclavos no humanos, anualmente cientos de millones de gusanos de seda son
criados en granjas y asesinados con la excusa de obtener tan preciado material
(entre 2000-3000 gusanos son aniquilados para producir 500 gramos de seda).
Antes
de la fase de la metamorfosis en la que los gusanos Bombyx Mori se transformar
en polillas, estos fabrican fibras para construir sus capullos. De forma
natural, cuando son libres, las polillas se abren camino a mordiscos hasta que
completan su transformación. El “problema” que este proceso le supone a la
industria de la seda, es que las fibras masticadas son mucho más cortas y de
menos valor que el capullo intacto. Por lo tanto, ¿qué método han creado para
conseguir el máximo beneficio posible, comiéndose, de paso, cualquier rastro de
moralidad con patatas?
Cuando
los gusanos se encuentran aún en estado larvario, después de haber sido
alimentados con una dieta estricta de hojas de mora, se los coloca, aún vivos,
en agua hirviendo, lo cual, además de asesinarlos de forma agónica y atroz,
agiliza el proceso de desenredar el capullo de seda.
Ahimsa,
otro método de producción algo menos sádico, no incluye la escalofriante y
brutal muerte de los gusanos, aunque plantea problemas éticos concernientes a
su domesticación y esclavización en las granjas (las polillas adultas no pueden
volar porque sus cuerpos son demasiado grandes, mientras que los machos son
incapaces de comer ya que la boca y sus conductos nunca llegan a desarrollarse).
Llegados
a este punto, solo queda preguntarse, ¿es que no es posible encontrar métodos
alternativos o crear fibras artificiales en lugar de torturar y masacrar a
miles de gusanos cada año? Afortunadamente, las hay. Para los no veganos existe
Peace silk, un comercio cruelty free ubicado en la India, que
supone una alternativa ética y sostenible en la producción de seda. Como no
podía ser de otra manera, los capullos son recogidos a mano, una vez que las
polillas los han abandonado, por lo tanto, ya no hay cautivos ni víctimas. La
buena noticia es que cada vez más diseñadores (entre los que posiblemente se
encuentre Alice Elia, la creadora del traje de Kurylenko) optan por este ético
y lógico método (una rápida búsqueda en internet revela las empresas
involucradas en este nuevo comercio, así que ya no hay excusa para no comprar
bio-seda).
Sin
embargo, los vegan@s también estamos de enhorabuena. Ya existen alternativas
sintéticas que merece la pena explorar, como el lyocell, el algodón de seda, los
filamentos de árbol de Ceiba o las semillas de cardo lechoso.
Y,
para cerrar el círculo, os sugiero que volváis a echarle un nuevo vistazo al
vestido de Kurylenko, ¿a que ahora os resulta mucho más bonito?
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