Es
posible que de entre los más de 3000 acreditados en la última edición del
festival internacional de cine de San Sebastián, hubiera algun@ que fuese, al
mismo tiempo, cinéfil@ y animalista. Como desgraciadamente no he tenido la
suerte de coincidir con ninguno (ni de leer ningún artículo o comentario sobre
este casi siempre olvidado tema), asumo
la responsabilidad de analizar y comentar la cosecha festivalera de este año desde
un punto de vista animal friendly y anti-especista.
Teniendo
en cuenta que las asociaciones de defensa de los derechos de los animales en el
cine no son más que un cuadro en la galería impostada por la que no transita casi
nadie (y, en caso de que se visite, no hay nada que unos cuantos billetes no
puedan comprar), y que los actores no humanos no eligen estar en un set de
rodaje y su actuación se les impone, lo más doloroso para un cinéfilo
animalista, es plantearse el innecesario sufrimiento infligido o la posible muerte
real que ha tenido que sufrir un animal para rodar tal o cual escena.
Cinematográficamente
hablando, este no ha sido un buen año para nuestros hermanos no humanos, lo
cual significa que hay muchos y muy firmes candidatos para llevarse a casa el
Tordesillas Award. Mal que me pese, a los ojos de la industria cinematográfica,
los animales siguen siendo utilizados como objetos a nuestra disposición, seres
a los que se puede asesinar, torturar, maltratar o ningunear sin ningún
remordimiento o consecuencia tanto dentro como fuera de la pantalla.
Más
de una película contiene escenas gratuitas de caza familiar (padres e hijos
unidos por los lazos del sadismo, ¿no es tierno?). Prisoners empieza con una
y la justifica de manera patética (además, tengo la seria duda de si realmente
su víctima fue dormido o asesinado), y en otras como El árbol magnético, se
disparan aves como bonita tradición
familiar, pero no se muestra a los animales en pantalla.
En
el apartado los animales como ganado, el hermano del protagonista de El
extraordinario viaje de T.S.Spivet (que también es un cazador nato y cuyo
padre tiene toda la casa llena de trofeos disecados), tiene la graciosa costumbre de atar latas a las colas
de los gatos y de disparar sobre ellas. La película de Jean-Pierre Jeunet nos
muestra, además, una delicada escena de marcado terneril con un hierro candente
dolorosamente real. En la estupenda Dallas Buyers Club, por
otra parte, se muestras algunas desagradables escenas de rodeo y, como de todos
es sabido, los animales que se resisten a ser sometidos y dominados no tienen
dobles.
Más
actos que reafirman la creencia popular de que los animales (sobre todo los que
están alejados de nosotros genéticamente) son poco más que cosas con
necesidades fisiológicas. El niño de Pelo malo tira, como acto de venganza,
unos peces por la ventana (aunque caen fuera de plano). Sin embargo, no ha sido
el pez peor parado de esta edición. Como subrayado innecesario y de trazo
grueso, la acartonada y telefilmera October, november muestra a un pobre
salmón agonizante fuera del agua que, probablemente, pagó con su vida su “actuación”
en esta infumable película.
Otro
capítulo pertenecería a relaciones interespecies insólitas (juas). Por
las plumas narra la relación de “amistad” que se crea entre un hombre y
el gallo de pelea que ha adquirido con la esperanza de que le saque de su
rutina. He de admitir que no he visto esta película, pero la opinión de una conocida
crítica que aseguraba que los animalistas “nos teníamos que aguantar”, reafirma
mi intención de no verla.
Of horses and men ha sido un film
que ha gustado muchísimo a público y crítica (de hecho, ha ganado el premio de
nuevos directores) y en él se muestra la relación especial que los habitantes
de un remoto rincón islandés tienen los caballos y viceversa. Para
bien o para mal, este film también me lo he perdido. Me han asegurado que hay
escenas muy crueles y desagradables, pero lo que más me cuestiono, una vez más,
es el casi siempre sádico entrenamiento que han podido sufrir los caballos para convertirse en
actores a su pesar.
A
pesar de que me han asegurado de que en la mexicana Heli se degüella a un
animal y de que el film kazaco Harmony lessons es la más clara
candidata al Tordesillas Award de este año, he de ser consecuente con lo que sí he visto.
Por lo tanto, el premio al film más sádico, cruel y especista de la última edición festivalera va para
la china A touch of sin, que intenta radiografiar y denunciar la
violencia de la China actual, junto a las relaciones de sometimiento y de poder
que las mantienen, pero que no duda en dar latigazos a un caballo hasta hacerlo
desfallecer o de cortarle el cuello a un pato, lenta y dolorosamente, esperando
a que se desangre (y todo el público es lo suficientemente realista como para
saber que no es un truco de cámara).
Sin embargo, ante tanta crueldad animal en una muestra relativamente pequeña (en mi caso, unas 30 películas), una no puede evitar preguntarse cosas como: "¿qué será lo que me he perdido?".
Sin embargo, ante tanta crueldad animal en una muestra relativamente pequeña (en mi caso, unas 30 películas), una no puede evitar preguntarse cosas como: "¿qué será lo que me he perdido?".
Una de mis esperanzas era entregar el anti-Tordesillas del año, pero lo más cercano a la sensibilidad animal que he visto en esta edición, ha venido de la mano de mi peli favorita, la japonesa Soshite chichi ni Naru (Like father, like son) en la que una de sus protagonistas asegura, tajante, que las mascotas no son intercambiables. ¿Llegará en día en el que el Tordesillas Award se vaya d vacio? Let’s hope so…
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