Hay una confesión made in me que, inexplicablemente, provoca desencajamientos de mandíbulas y ojiplatismos varios. Su efecto es tal, que varios de mis amigos y algunos (potenciales) amores, me han mirado dolidos, casi traicionados, para acabar contraatacándome con frases como “tú y yo no podríamos vivir juntos”.
Por lo tanto, en vista de reacciones anteriores, pido de antemano que las almas sensibles se pongan algún tipo de emo-cinturón de seguridad, porque no hay forma indolora de decirlo: Odio el ajo.
Debe ser que, por mi condición de vegana, casi todo el mundo asume que me gustan todas y cada una de las verduras, frutas y especias habidas y por haber (¿acaso todos los carnívoros se comen todo lo que se mueve?). Y también debe ser que al vivir en el país del gazpacho y el alioli, casi todos piensan que mi tirria ajil divide mis posibilidades culinarias por 100, lo cual no es en absoluto cierto (simplemente, basta con no añadirlo y full stop).
Y es que a pesar de haberlo intentado durante años, no lo puedo remediar. Cada vez que el sabor de la famosa hortaliza sobresale mínimamente de entre el resto de los ingredientes en mi paladar, siento el impulso irrefrenable de salir corriendo a lavarme los dientes. Sin embargo, ni un triple lavado intensivo con dentífrico super menta + elixir elimina completamente su nauseabundo sabor, y cada Garlic Day me condena a una dosis masiva de chicles.
Sus defensores a ultranza, pontifican con sus bondades medicinales como si eso fuera un argumento de peso para meterse un alimento entre pecho y espalda. Que yo sepa, nos alimentamos a varios niveles y el plato perfecto tiene que cumplir 3 requisitos básicos: saber bien, sentar bien y debe ser obtenido sin ocasionar ningún tipo de daño o prejuicio (lo cual refuerza y multiplica los requisitos 1 y 2).
A pesar de todo, no estoy sola. Conozco otros casos de fobia ajil: los vampiros (con los que comparto el tono de piel), los gatos (odian su olor, junto con el de los cítricos y el vinagre) y muchos ingleses, con Victoria Beckham a la cabeza, insisten en que en nuestro país abusamos sin miramientos del famosérrimo bulbo... ¿será verdad? :S
Por lo tanto, en vista de reacciones anteriores, pido de antemano que las almas sensibles se pongan algún tipo de emo-cinturón de seguridad, porque no hay forma indolora de decirlo: Odio el ajo.
Debe ser que, por mi condición de vegana, casi todo el mundo asume que me gustan todas y cada una de las verduras, frutas y especias habidas y por haber (¿acaso todos los carnívoros se comen todo lo que se mueve?). Y también debe ser que al vivir en el país del gazpacho y el alioli, casi todos piensan que mi tirria ajil divide mis posibilidades culinarias por 100, lo cual no es en absoluto cierto (simplemente, basta con no añadirlo y full stop).
Y es que a pesar de haberlo intentado durante años, no lo puedo remediar. Cada vez que el sabor de la famosa hortaliza sobresale mínimamente de entre el resto de los ingredientes en mi paladar, siento el impulso irrefrenable de salir corriendo a lavarme los dientes. Sin embargo, ni un triple lavado intensivo con dentífrico super menta + elixir elimina completamente su nauseabundo sabor, y cada Garlic Day me condena a una dosis masiva de chicles.
Sus defensores a ultranza, pontifican con sus bondades medicinales como si eso fuera un argumento de peso para meterse un alimento entre pecho y espalda. Que yo sepa, nos alimentamos a varios niveles y el plato perfecto tiene que cumplir 3 requisitos básicos: saber bien, sentar bien y debe ser obtenido sin ocasionar ningún tipo de daño o prejuicio (lo cual refuerza y multiplica los requisitos 1 y 2).
A pesar de todo, no estoy sola. Conozco otros casos de fobia ajil: los vampiros (con los que comparto el tono de piel), los gatos (odian su olor, junto con el de los cítricos y el vinagre) y muchos ingleses, con Victoria Beckham a la cabeza, insisten en que en nuestro país abusamos sin miramientos del famosérrimo bulbo... ¿será verdad? :S
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Chica, cada día me sorprendes más.
ReplyDeletePodríais comentar qué alimentos ultrapopulares no soportais. No sé, es una sugerencia...
ReplyDeleteOjiplática me encuentro, jajaja!! A mi tampoco me gusta el olor del ajo, y mucho menos las ajo-personas arghfff jajajaja! Pero le da el puntito a muchos platos y es cierto eso de que es muy saludable. Vamos, que soy ajívora. Lo de Vicky Beckham voy a hacer como si no lo hubiera leído!!!!!!!!! XD
ReplyDeleteYo por ejemplo no puedo con el queso azul =S
Siento mucho lo de tu gatito, espero que te encuentres un poquillo mejor.
Ando más ajetreada de lo que me gustaría, y el verano va transcurriendo un tanto extraño para mi, creo que se avecinan cambios importantes en mi vida, y aunque me dan miedo es como coger ese tren del que siempre se habla, que se deja escapar, pero no pienso dejarlo ir!
¿Cómo va el tuyo? ¿Y tu ordenador? ¿Está más recuperado? ¡Cuéntame cozaz!
Un día hice un gazpacho de cerezas, y me inspiró una foto y un texto que he colgado hoy. Por cierto que le puedes omitir el ajo y está rebueno! =P
V Kisses***
jejejj no pasa nada.. yo he de decir, que puedo con el, pero reconozco que no aguanto mucho ese aliento que te deja..
ReplyDeleteY hablando de aliento, pues mi ingrediente menos querido es la cebolla y cada dia menos, me la como tambien, pero no tiene que ser muy abundante porque sino me canso enseguida y al igual que con los ajos, luego me tengo que ir a lavar los dientes!
y he de decir que como digo siempre el resto me gusta todo..jejeje
kisssesss