Vystopia (*):
1. Crisis existencial
experimentada por lxs veganxs, que surge de la conciencia/estado de shock de
vivir en un mundo distópico.
2. Conciencia de la codicia,
la explotación animal omnipresente y el especismo en una distopía moderna.
A veces el despertador
ofrece unos minutos de tregua, pero tarde o temprano, aparece esa certeza plomiza,
insoportable, al más puro estilo Bill Murray en Groundhog Day. Y es que nada
ha cambiado. Aún estás en Vystopia y,
otro día más, tendrás que sufrir el mismo bombardeo de atrocidades
oportunamente oculto tras el especista velo de la indiferencia, la
normalización y el autoengaño. Y casi puedes escuchar las voces de la
radio-despertador dentro de tu cabeza:
-Bien,
excursionistas, ¡arriba! Despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace
frío.
-Hace
frío todos los días, ¿dónde creías que estabas, en Miami?
Hace
frío todos los días
Si desayunas con la radio,
la tele o haciendo scrolling en
cualquier TL de una red social (Twitter, Facebook, instagram, Tinder?), no solo
aparecerá la publicidad infecta de cadenas de comida rápida o de sangrientas
ofertas de supermercado, sino que siempre habrá algún/a usuarix dispuestx a
demostrar al mundo lo supuestamente irresistible que resulta el trozo de
cadáver y/o de subproducto animal que va a meterse entre pecho y espalda, no
vaya a ser que sus followers duden sobre qué bando ha escogido en la espectro
de la ética… y de su propia extinción.
Una vez en la calle, no es
necesario caminar demasiado para encontrarlas. Carnicerías y pescaderías, alterando
el campo gravitatorio de las calles, contaminándolo todo con el hedor más
nauseabundo que existe: el de la muerte de seres que no querían (ni debían)
morir. Observando a la gente entrar y salir de estos negocios-patrocinadores
legales del holocausto, con la impasibilidad e inconsciencia más absolutas, de
repente, recuerdas al lúcido vampiro protagonista de Only lovers left alive y
haces tuyas sus palabras: “Estoy cansada
de esto: de lxs zombies, de lo que le han hecho al mundo y del miedo de su
propia imaginación”.
Es cierto. Zombies puede parecer un término insultante
y agresivo. Al fin y al cabo, casi todxs hemos sido habitantes de Meatland en algún momento. Sin embargo,
¿cómo llamar a las personas con nulo sentido ético y crítico que rechazan e
ignoran deliberadamente, en pleno pre-apocalipsis, no solo la información
básica, sino su propia responsabilidad de cara al hundimiento de nuestro “Titanic”?
¿Suicidas kamikazes?¿esclavxs de Meatrix? ¿Stormtroopers neoliberales? Lo mismo
da. Ellxs son, con diferencia, la píldora más difícil de tragar de esta Vystopia.
Stormtroopers
neoliberales
En el trabajo o en clase, el
día no remonta. Tarde o temprano el especismo asomará el pie, la pierna, o el
cuerpo entero: en forma de argumento y/o de cuestionamiento burlón desde la
tiránica mayoría; de verdad monolítica, insensible e irreflexiva aprendida
desde la cuna o, simplemente, de almuerzo. Porque el hecho de que tú seas
veganx (el fastidioso e ingrato recordatorio viviente de una minoría
aguafiestas), no va a cambiar ni un ápice sus costumbres diarias (si quedáis
para comer ocasionalmente, la cosa cambia y, probablemente, seas tú quien
escoja el restaurante). Lo habitual es que, cada vez que les apetezca, tus
acompañantes, bien sean colegas, compañerxs, amigxs o familiares, engullan, en
tu presencia, cualquier ser que previamente haya caminado/nadado, o a tomarse
un café/helado hecho con leche para ternerxs, sin siquiera cuestionarse lo agónico
que eso puede resultarte. Mientras tanto, tu único mecanismo de defensa será
poner una (con voz de Lady Gaga) “Po-po-po-poker
face”. Después de todo, lo “normal, aceptable y necesario” son sus
enraizados y mercantilizados hábitos omnivoriles. La “rarita” que “debería
adaptarse” continua y esforzadamente al resto, eres tú.
Si tienes suerte, incluso,
puedes escuchar uno de tus vegan hits favoritos, en directo y primera fila.
Todxs lxs no veganxs lo cantan. Inconscientemente, con las mejores intenciones,
y casi siempre sin maldad: “un café con leche
de soja/avena para ella y otro con leche normal para mí”. Claro. Porque la “leche
normal” es la que toman individuos adultos, bien pasada su época de lactancia, robada
vil y asquerosamente a madres violadas de otra especie y a sus bebés. Una leche
que es una bomba hiper-mega-nutritiva, cargada de hormonas, sangre, pus, orina
y antibióticos, potencialmente cancerígena, con más componentes de los que
podemos asimilar. Un fluido de crecimiento diseñado por la naturaleza para
convertir a un/a terneritx de 30 kg en un/a toraco/vacaza de 1000 kg. “Leche
normal”, of course. ¡Qué bien ha
hecho su trabajo la abominable industria láctea durante décadas!
Lo
“normal”
Pasado el mal trago puede
que consigas refugiarte en un libro o en una película. Sin embargo, ¡oh
asquerosa realidad!, cuando menos te lo esperas, algún personaje cocinará
animales o sus subproductos, montará a caballo, matará o engullirá cadáveres,
irá a pescar/cazar, llevará pieles/plumas o acompañará a un animal obligadx a
ser actor/actriz, haciendo cosas que no son agradables ni naturales en su
especie (cargando con peso, transportando humanos, haciendo gracietas
estúpidas, etc), en quién sabe qué condiciones de rodaje. Y sabes que el mundo
no será un lugar justo hasta que absolutamente todos y cada uno de los animales
que aparezcan en cualquier historia audiovisual sean generados de forma
digital. Y, al mismo tiempo, también admites, con extrema amargura, que tu
opinión es tan impopular, que hay espectadores y criticxs capaces de ver cómo
degüellan a otro ser vivo en pantallaza grande, no inmutarse en absoluto y
después tener la vergüenza pétrea de calificar como “sensible y lírico” al film
en cuestión (Naomi Kawase, el doble capricidio de Still the water no te lo
perdonaré jamás. JAMÁS).
Opinión
impopular
A estas alturas del día (y
de tu propia película) sientes cierto grado de burn out, desgaste o agotamiento emocional. Probablemente, incluso,
hayas tenido que reprimirte para no estrangular con tus propias manos a quien
sabe cuántxs zombies omnívorxs. Si te ha tocado día de supermercado, es
posible que te arrepientas, incluso, de no haberte llevado tu espada laser. Y
si, sonríes amablemente a todo el mundo como una venerable anciana jedi, pero,
internamente, la usarías sin pudor contra todos lxs clientes de las secciones
cárnicas y pescadoriles, y te lanzarías alegremente a rebanar cabezas en los
pasillos de huevos y lácteos, al grito de: “¡Toma
muerte ética, sith mamonazi!”.
Una desconocida doble ley de
Murphy vegana de supermercado es: 1) La sección de productos veganos/éticos
debe estar, necesariamente, pegada al repugnante pasillo de los jamones y/o de las
carnes para que evitarlo resulte total y completamente imposible; y 2) Lxs
clientes con nula ética y eco-conciencia y peores hábitos alimenticios deben
situarse, obligatoriamente, por delante y detrás del/a cliente vegan en la cola
de caja, de tal forma que estx últimx no solo sea doloroso e impotente testigo
de cómo la dieta del holocausto, del cáncer y del cambio climático va desfilando
impunemente en la cinta transportadora, sino que, para colmo, lxs clientes pre-extinción tendrán la desfachatez de
hacer la compra del mes y no llevar ni su propia puta bolsa.
Doloroso
e impotente testigo
Pero eso no es todo, amigxs,
porque internet, por mucho que te resistas y escondas, siempre tiene
sorpresitas horrendas que obsequiarte antes del final del día: nuevos y
contundentes estudios que demuestren, una vez más, el incuestionable vínculo
entre ganadería y apocalipsis climático (y que serán ignorados por un numero
nada desdeñable de “ecologistas oxímoron” defensores de la ganadería extensiva,
obsesionadxs, únicamente, con eliminar los combustibles fósiles), proyectos de
nuevas macrogranjas “matalotodo”, subvenciones al lobby ganadero (y/o
cazadoril) de quienes nos gobiernan (y que, cínicamente, prometieron luchar
contra el cambio climático), amén de una avalancha insoportable de casos de
abandono, crueldad y tortura animal, crímenes psicópatas horripilantes e inenarrables,
casi siempre impunes, que te perseguirán durante mucho tiempo en tus pesadillas,
entre otros “Más difícil todavías”.
Más
difícil todavías
Todos los días
Muchos días necesitas un abrazo desesperadamente, pero, al mismo tiempo, también
eres víctima de un extenuante síntoma vystópico: cuanto más tiempo habites en
un mundo profundamente enfermo, cruel y pre-apocalíptico, viviendo a
contracorriente (es decir, intentando hacer lo correcto y lo más justo para
todxs), en incomprensible minoría, más lejos te sentirás de los seres queridos
que aún vivan en Meatrix. Hasta el punto, incluso, a echarlos dolorosamente de
menos. Si eres creativx, quizá, consigas sublimar, hasta cierto grado, tu
frustración. En mi caso, a veces, transformo este sentimiento en poesías como esta:
“Entre
tú y yo
hay
un cuchillo de distancia,
el
carnaval del absurdo,
la
barbarie.
Un
cuchillo que construye Treblinkas,
perfila
desigualdades
y
socava las entrañas
de
la Madre…
[…]
A
menudo
necesito
cogerte de la mano
en
este laberinto
de
distancias siderales,
abrazarte
con
el abandono
de
lxs niñxs y las olas.
Pero
cuando me acerco
me
acecha un filo metálico
y
he de encontrar la distancia óptima
(que
no existe)
o
diseñar un nuevo escudo
(que
nunca funciona)”.
A
un cuchillo de distancia
E, irónica y tristemente,
debes considerarte una persona afortunada si vives solx y, al final del día, al
abrir el frigorífico o un armario buscando comfort food comida, no
encuentras ningún alimento hecho con crueldad en ningún estante. Y es que las
posibilidades de encontrar una pareja afín con quien compartir y construir tu
vida, aquí y ahora, no solo son escasas, sino casi negativas en Meatrix. Por lo
tanto, además del sentimiento de desubicación, estupor, desgaste, aislamiento, ansiedad,
depresión y demás síntomas de nuestro querido Vystopia mode, hay otro con el que resulta imposible no tropezarse,
en todos los ámbitos: la soledad. El mundo castiga a lxs rebeldes, desgastándolxs
por los ángulos más dolorosos posibles, pero, al mismo tiempo, también ha
demostrado, rotundamente, que “No es
signo de buena salud estar adaptadx a una sociedad profundamente enferma”. En
este momento excepcional y terrorífico de la historia, solo existen dos lugares
diametralmente opuestos en los que vivir: el autoengaño irresponsable, inmoral,
suicida y con fecha de caducidad de Meatrix y la odisea dolorosamente lúcida y
¿quijotesca? de Vystopia. El primero nos está matando. El segundo dejaría de
existir, simplemente, si los humanos tomaran la pastilla roja. Según los datos
de los últimos estudios de impacto ambiental (que finalmente valoran, en su
justa medida, la importancia del metano como acelerador número 1 del cambio
climático), podría ser la única esperanza de la humanidad.
Llegadxs a este punto, si
aún eres no-veganx, ¿opinas que no merece la pena padecer vystopia, que la
“estrategia avestruz” es menos dolorosa o que ya darás el paso “cuando lo haga
todo el mundo”, a pesar del abominable holocausto animal, de la amenaza del
colapso climático y de la certeza posibilidad de futuras pandemias? ¿Acaso
no merece la pena pagar el precio “síndrome cuento de la criada” o “complejo de
Sarah Connor” AHORA, sabiendo que eso nos evitaría males mayores, y garantizándonos
la posibilidad de un mundo justo, libre, empático y habitable para todxs MAÑANA?
Entre el veganismo o la barbarie, entre colapsar mal o colapsar bien, ¿qué
escoges?
“Ven
conmigo si quieres vivir” (**) o, lo que viene a ser lo
mismo: Please, go vegan!
(*)Término acuñado por la
psicóloga Clare Mann.
(**) Cita del film Terminator
(1984)
Ilustraciones de Jo
Fredericks, Pawel
Kuczynski, Jackson Thilenius y Roger Olmos.
Gracias por esta entrada! El libro de Claire Mann, Vystopia, es buenísimo! Ojalá estuviera traducido al castellano...
ReplyDelete