Imaginen,
por un momento, que a una persona que acaba de romper con su pareja intentaran
consolarla con un “¡Es ley de vida! Ya
has pasado por eso!” ¿Y si el anterior ejemplo se aplicara a alguien
que ha perdido a su abuelo? ¿Y a un inválido al que le van a amputar su única
pierna sana? Demencial, ¿no? Entonces, ¿por qué es precisamente este el
argumento recurrente cuando alguien se enfrenta a la pérdida de un amig@ no
humano?
Nadie
perdonaría semejante falta de empatía y sensibilidad por muy bienintencionada que
pareciera, cuando el objeto de sus preocupaciones fuera otr@ ser human@ (tu
dolor se percibe, más bien, con la cómoda asepsia de quien se compadece de ti
porque te ha tocado un vecino saxofonista o la declaración de la renta, ese
año, te hubiera pegado un sablazo). Sin embargo, los consejos teñidos de
especismo están, tristemente, tan a la orden del día que, la mayoría de las
veces, no queda más remedio que morderse masocamente la lengua por aquello de
no entrar en discusiones estériles y dolorosas.
Posiblemente,
si tu herman@ de otra especie está enferm@ o ha alcanzado una edad avanzada y
l@ pierdes, enfrentarse a las etapas del duelo
(negación, ira, negociación, depresión y aceptación), carezca de ese
elemento sorpresa y su consecuente estado de shock en la primera fase, pero aún
quedan 4 y medio dolorosamente amargas
por superar (y que dependerán de muchos elementos y circunstancias que, como el
agua de Heráclito, nunca serán las mismas dos veces).
Más
que el hecho de que te planteen la insultante e insensible posibilidad de que
duela menos perder a un familiar o un amigo siempre que no sea humano, si ya
has pasado por una experiencia similar, existe un fóbico trasfondo en esta
cuestión que nadie quiere admitir públicamente. Y es que se trata de una de las
certezas más dolorosas y categóricas que existen: cada ser es único e
insustituible y lo que se pierde, se pierde para siempre.
En
lugar de tirar de impersonal formuleo desgastado, por una vez, me encantaría que
al enfrentarse al (potencial) duelo de otras especies, los conocid@s/familiares/amig@s
fueran capaces de mirar a los ojos y decir, de corazón, cosas como “Sé lo que _____ significaba para ti. Es una
putada y no es justo, pero estoy aquí para lo que necesites” o “Lo siento mucho. Ojalá pudiera asumir, por
un rato, parte de ese dolor y tristeza y ayudarte en este horrible proceso” o “No me cabe ninguna duda de que, tarde o
temprano, seguirás queriendo a _____ sin que te duela”.
Ay,
si la vida fuera, a veces, un guión de una obra de teatro o una película, que
pudieras reescribir e ir repartiendo por doquier…
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