Si
te encuentras en una tienda de ropa con un individuo que considera más
minuciosamente la etiqueta de los componentes de la prenda que tiene en las
manos que el precio, no lo dudes: es vegan@.
Cuando
se adopta esta filosofía y estilo de vida,
“bueno, bonito y barato” se convierte en un lema caduco, un sine qua non lejano y bochornoso,
parecido al que tenían que sufrir nuestros padres o abuelos cuando iban al cine
y tenían que pasar por el Nodo.
Antes
de peregrinar al probador, presa del entusiasmo narcisil y consumista, hay que
comprobar que la ganga en cuestión no contenga tejidos sádicos como plumas,
lana, cachemir, mohair, seda, angora, pelo de camélidos, pelo de bóvidos, y,
por descontado, cualquier tipo de cuero o piel, sea del animal que sea.
Esto
que puede parecer un engorro o una odisea, en el fondo, no lo es tanto. Sólo se
complica ligeramente en invierno, si la frívola moda se encarga de poner de ídem
algunos de estos productos, o si nos sigue martirizando con el tejido-lija por
excelencia: la lana, en casi cualquier abrigo o jersey.
El
pasado otoño me compré, por primera vez en mi vida, un chaquetón de piel falsa
(sí, el de esta foto) en un establecimiento de la gran compañía que, teóricamente, lidera el mercado de
eco thinking (incluso PETA le ha dado algún que otro premio). Lo hice porque la
supuesta faux fur no me recordaba a
ninguna otra (si fuera imitación de visón o cualquier otra piel clásica, por
ejemplo, jamás lo adquiriría, simplemente, por el mal rollo que me da) y porque,
más que piel falsa, me daba la impresión de llevar un chaquetón de peluche (o
de teleñeco), así que lo apodé, en un arranque de originalidad, como peludo.
Desde
hace un par de semanas, sin embargo, soy incapaz de mirar a peludo con los mismos ojos. La culpa la
tienen una serie de artículos de varias publicaciones animalistas en los que se
asegura que, en muchas más ocasiones de las que pensamos, se nos vende piel
auténtica en lugar de falsa. ¡Eso no
puede ser, el precio cantaría! estaréis pensando. Pero no, no se refieren a
la chinchilla, el zorro, el astracán y más inocentes víctimas famosas del negocio
más sádico y estúpido del mundo, sino a los más domésticos gatos y perros (o séase,
que nos dan, literalmente, gato por liebre).
¿Quién
podría cometer semejante atrocidad? China con la complicidad de una industria
internacional sin escrúpulos, of course. Ese fascinante país que, en lo que
respecta a la conciencia animal, está a la izquierda de la Edad Media, utiliza
unos medios para arrancar la piel de canes y mininos, que sobrepasan cualquier
definición de crueldad. En China se mata cada año a 2 millones de gatos y
perros cuyas pieles son exportadas a Europa y Norteamérica. Los animales mueren
de forma atroz, ahorcados, apaleados o despellejados vivos (esta piel también es
vendida en objetos como muñecos, llaveros, juguetes para niños y para animales,
etc).
Con
la (horripilante) duda razonable plantada en la cabeza, sólo me quedaba una
cosa por hacer: googling. Miré la etiqueta de peludo y su origen me erizo la
piel: made in China. Un
artículo para distinguir la piel falsa de la verdadera llego a mis
angustiados ojos antes de que me diera una embolia. Básicamente, existen cuatro
formas de diferenciar una piel de otra y peludo pasó el test con nota, sin
embargo, el miedo y la desconfianza no me han abandonado del todo.
Lo
que se recomienda, lo que yo misma me he encomendado, from now on, es que, es que lo más prudente y responsable es no volver
a adquirir ningún abrigo, chaquetón, bolso, etc, que contenga el más mínimo
centímetro de piel, por muy eco o animal
friendly que proclame ser la marca en cuestión. La vida ya es
suficientemente complicada y hay dudas que resultan demasiado pesadas y
dolorosas como para caminar a diario con ellas por iniciativa propia.
*
Me he quedado a cuadros, la verdad. No tenía ni idea. Nunca me ha gustado la piel, ni falsa ni verdadera, pero de verdad...cada vez estoy más en contra de lo made in china, no me gustan los principios que tienen respecto a los animales.
ReplyDeleteDesde luego,comprar agusto cada vez cuesta más.
Welcome back, Saida!
DeletePues sip, parece que la cruda realidad es que ya no te puedes fiar de nadie, en lo que a pieles falsas respecta, por muchas garantías que te ofrezca.
Tampoco yo soy fan de las pieles falsas y admito que me suelen dar bastante repelús, por muy artificiales que sean. Sin embargo, peludo me resultó más peluchil que peleteril, y por eso ha sido mi primera (y única) faux fur exception.
Un saludo anti-crueldad ***
Jo, qué horror :(
ReplyDeleteHasta hace poco pensaba que la lana era un material inocente, pero luego descubrí la terrible práctica que es el "mulesing".
Tengo la creciente impresión de que no se puede confiar en nada. Estamos rodeados de productos que, o bien nos dañan a nosotros mismos (sustancias tóxicas y demás), a otras personas (explotación de trabajadores en las fábricas) o a los animales (sacrificio y/o diferentes tipos de tortura). Últimamente he estado buscando alternativas a las grandes tiendas de ropa, precisamente por el trato que dan a sus trabajadores en países poco desarrollados, y no resulta fácil encontrarlas, sobre todo fuera de internet (cuyo principal problema es que no puedes probarte las prendas).
Me gustaría actuar mucho más en consonancia con mi conciencia de lo que lo hago ahora, pero a veces me siento sobrepasada y acabo cogiendo el camino fácil :(
Un abrazo
Hi, Bis!
DeleteHay un camino intermedio entre el boikot total a las grandes marcas (desgraciadamente, al alcance de muy pocos) y la resignación e impotencia: crear y firmar peticiones de protesta para denunciar ciertas practicas. Hay muchas por internet (hace poco yo me sume a una iniciativa para que Inditex dejara de usar tintes dañinos en sus prendas). Puedes llevar tu compromiso hasta las últimas consecuencias y decir "hasta que no acaben con X no compro" o puedes amenazarles con dejar de comprar aunque luego no lo hagas. Lo importante es darles donde más les duele: money, traducido en ese toque a la empresa para que se den cuenta de que nos interesan muchas más cuestiones más que el precio y que la responsabilidad, solidaridad, justicia y eco-conciencia son valores imprescindibles.
Si muchos consumidores hicieramos lo mismo, no les quedaría más remedio que replantearse su politica de empresa, don't you think?
Abrazos comprometidos ***