Las
estadísticas que aseguran que Españistán es un país antitaurino mienten. No es
lo mismo estar en contra de un espectáculo que resulta cruel y despreciable e
implicarse en su abolición, que, simplemente, sentir indiferencia o desapego
hacía un supuesto espectáculo rancio y deudor de la España más negra. La
vergüenza nacional no nos duele lo suficiente como para posicionarnos en su
contra. Tristemente, seguimos siendo mucho más ataurinos (o no taurinos) que antitaurinos.
Si
fuéramos antitaurinos los toreros no pulularían en la prensa o los programas de
televisión como si fueran actores o estrellas de rock. La audiencia cambiaría
de canal asqueada cada vez que la vida amorosa de tal o cual toricida fuese
exhibida como si se tratase de una información de interés nacional y nos
indignaríamos profundamente cada que el/la presentador/a de turno se refiriera
a uno de estos individuos como “maestro” al relatar sus sádicas “hazañas”.
Tampoco
corearíamos “¡torero!” a alguien que acaba de realizar una proeza, ni apoyaríamos
masivamente con nuestra presencia fiestas sangrientas (y muy rentables) basadas
en espectáculos toricidas como San Fermín. Las vaquillas serían eliminadas de
todas las fiestas locales y patronales y el gesto del pase toreril con la capa
imaginaria no entraría en el repertorio de expresiones de alegría de un
deportista cada vez que él/ella o su equipo ganan una competición.
Por
otra parte, expresiones super taurinas que utilizamos de forma inconsciente como
“ver los toros desde la barrera”, “te va a pillar el toro”, “echar un capote”,
“estar para el arrastre” (recuerda
al momento en que el toro, ya fallecido, es retirado de la plaza y “arrastrado”
por mulas), “cambiar de tercio”, “hacer novillos”, “ponerse el mundo por
montera”, “¡menudo embolado!”, “hacer una faena”, “coger el toro por los
cuernos” o “salir por la puerta grande”, comenzarían a extinguirse poco a poco de
nuestro vocabulario por puro asco o
vergüenza.
Si
este país fuera mayoritariamente antitaurino un director de cine como Pablo
Berger no habría ambientado su versión de Blancanieves en el mundo de los
toros a menos que tuviera una clara intención de denuncia o satirización. Y, en
el caso de ampararse en la excusa histórica o estética, cualquier otro país del
mundo habría blanqueado o maquillado el tema toricida, destinando los toros
utilizados en la película a un refugio en el que poder vivir una vida digna
(aunque su intención sólo hubiera sido quedar bien de cara a la galería) tras
el rodaje de la película. Sin embargo, culturalmente hay tanto desprecio e
indiferencia y seguimos tan desinformados y embrutecidos en todo lo que
respecta a la sensibilidad y los derechos de las otras especies, que los tres
toros o actores forzosos de la película, fueron aprovechados para ser
asesinados sin que el equipo de la película se molestarse en prever las posibles
consecuencias, y, lo que es aún peor, sin que el público, los críticos o la
industria digan “mu”.
Y
es que Matanieves, a diferencia de las estadísticas, no miente. Nos guste o no,
y a pesar de que a menudo ni siquiera seamos conscientes de ello, el mundo
tauricida, como la religión católica, se ha colado en nuestro inconsciente
infectándonos con una serie de introyectos que no sólo afectan nuestro léxico,
sino nuestra realidad, la forma en la que asimilamos y transmitimos nuestra
representación del mundo. Nuestra responsabilidad es, simplemente, desarrollar
un antídoto o seguir infectados por la indiferencia colectiva.
*
Es la primera vez que te comento en este blog, pero más vale tarde que nunca ;)
ReplyDeleteNo sé porqué tenía la idea de que esta Blancanieves incluía una crítica al toreo, ya veo que me equivocaba.
Este país dista mucho de ser antitaurino, por desgracia. Lo que más me entristece es que la afición por este "arte" continúa heredándose y no se queda en el olvido como la antigua costumbre bárbara que es.
Además, hay que aguantar argumentos del calibre de "es más importante el arte que el sufrimiento de un animal", "los toros no sufren, tienen la piel muy dura", "si no existieran las corridas, los toros se extinguirían" o "los que critican el toreo y comen carne son unos hipócritas" (sé que tu eres vegetariana y también te resulta horrible el consumo de carne -y estoy de acuerdo hasta cierto punto-, pero creo que matar animales como espectáculo en sí resulta todavía más cruel que hacerlo como "daño colateral" - espero no ofenderte al decir esto)
En fin, sólo espero que llegue el día en que España deje de ser sinónimo de toreo.
Un abrazo
Hello, Bis!
DeleteMe encanta encontrarte también por estos lares :)
Don't worry, tu comment no me ha ofendido. Me hice vegetariana, hace 16 años (ahi es na) porque no soportaba la idea de matar a un animal para alimentarme de él. No me parecía ni justo ni necesario porque yo era infinitamente más feliz alimentandome con otros alimentos. Luego, llego el boom internetil y con él el acceso a mucha información. Fue en ese momento cuando descubrí que había algo mucho peor que arrebatarle la vida a otro ser vivo: condenarlo a una vida miserable de sufrimiento y tortura (bien para alimentarse de él o bien para utilizarlo como divertimento en plazas de toros, aquarios, etc). Entonces fue cuando me hice vegana.
Todo este ladrillo es para decirte que si, que me parece mucho más despreciable el sufrimiento continuado que una muerte rápida y limpia tras una vida más o menos libre. Aunque esto último, en manos de las granjas industrializadas sea mucho más que una utopia.
Green hugs ***