Sunday, July 12, 2015

El toro que no quiso ser marioneta



Siempre ha habido seres extraordinarios capaces de sobreponerse a su miedo, seres que en una situación extrema, en lugar de reaccionar de la forma más torpe y desesperada, consiguen extraer de su “mochila” una templanza, una inteligencia y un sexto sentido al que no hubieran tenido acceso en una situación cotidiana. ¿Será esto aplicable, únicamente, a la especie humana?

Hoy el toro Curioso estaba destinado, junto a sus 5 compañeros-victimas, a correr los encierros de los medievales San Fermines, para mayor alegría mononeuronal de algunos y para vilipendio de toda la especie humana. Sin embargo, por algún motivo y de forma insólita en el sangriento historial sanferminil (hacía 80 años que no ocurría), Curioso no quiso, no cedió a la inercia y a la adrenalina del miedo que si empujó a sus compañeros de “corredor de la muerte”. Para estupor de todos, se dio la vuelta y volvió tranquilamente a su corral, cuya puerta, extrañamente, continuaba abierta.

Podríamos deducir que no le sirvió de mucho, ya que horas después fue estúpidamente asesinado por un payaso vestido de luces, pero Curioso no se prestó al humillante carnaval especista humano. Curioso dijo “NO” alto y claro.
  



Y no es el primer no humano cuyas acciones no corresponden con la mansa “mentalidad de manada” que son asumidas por la mayoría. Camiones de transporte y mataderos, entre otros, son testigos más a menudo de lo que podemos imaginar, de reacciones de rebeldía y testarudez “humanas” que han pillado desprevenidos a todos cuantos los rodeaban. En su último camino al calvario, hemos visto, por ejemplo, a cerditos y toros saltar de los camiones y a vacas escapar de sus desprevenidos matarifes.

Su reacción es lúcida además de extraordinaria, pero todos los animales, de una forma u otra, se revelan cuando son conscientes de que el peligro les acecha, cuando saben que su vida está en juego. Ninguno da su vida mansamente, bien sea para “consumo” o para diversión humana. Su último aliento de vida es arrancado a la fuerza mediante violencia y dolor.

Hoy Curioso nos ha mandado otro mensaje más de parte del reino animal que supone todo un izquierdazo a nuestro antropocentrismo (y sordera) moral. Nos recuerda que los animales no son nuestros esclavos, que en ningún momento pueden pertenecernos para que dispongamos de ellos a nuestro antojo, que incluso aunque las circunstancias acaben doblengándolos en favor del actual “tirano de la selva”, su dignidad, aunque magullada, y a diferencia de la nuestra, siempre seguirá intacta.




“Quien se oponga a los derechos de los animales y sostenga que el hecho de ser persona se basa en ser miembro de la especie Homo Sapiens no es más que un fanático de la especie, no más sensato que los fanáticos de la raza que otorgan mayor valor a la vida de los blancos que a la de los negros. Después de todo, los demás mamíferos luchan por seguir vivos, experimentan el placer y sufren el dolor, el miedo y el estrés cuando su bienestar peligra. Los grandes simios también comparten nuestros placeres más elevados de la curiosidad y el amor a los parientes, y nuestros dolores más profundos, el aburrimiento, la soledad y la pena. ¿Por qué se iban a respetar esos intereses en nuestra especie y no en las demás?”.

Steven Pinker

Por Curioso y por las otras 47 víctimas toriles de tan deleznable fiesta: ¡Di NO a los sangrientos San Fermines!


Saturday, July 04, 2015

La ceguera de Mutriku (la ceguera de tod@s)




En Mutriku, Gipuzkoa, un lugar de gran belleza natural, hay una granja de visones (se calcula que puede haber unos 40.000). A los vecinos de sus inmediaciones, sin embargo, no les molesta esta frívola aberración, esta crueldad espantosa e injustificable, este barbarismo, sino el hecho de que la granja y sus toneladas de excrementos, generan, además de un intenso "Eau de Merde", unas plagas insoportables de moscas, mosquitos y cucarachas que les obligan a vivir en la más absoluta reclusión sin poder abrir puertas y ventanas.

En vista del absoluto pasotismo e inacción de los responsables de la granja, los vecinos piden públicamente una fosa séptica subterránea donde destinar la porquería y evitar, de este modo, la llegada de sus molestos inquilinos. No piden que cierren un Auswitch que lleva abierto 27 largos y espantosos años, en los que se ha encarcelado, maltratado, torturado y arrancado a tiras la piel a miles de animales. Lo único que quieren es que los engorrosos brazos de la crueldad y la muerte de otros les alcancen lo menos posible. 




Llegados a este punto, una referencia bíblica sería demasiado obvia y facilona. Sin embargo, los vecinos de Mutriku que no se indignan, enrabietan o entristecen ante la existencia de esta granja y sus consecuencias, se merecen esta plaga. De hecho, todos los que han optado por cerrar cobardemente los ojos ante realidades de este tipo se la merecen. Y es que pocas cosas hacen más daño que las granjas de animales. No sólo a los animales no humanos, cuyo padecimiento físico y psicológico desafiaría cualquier ranking de dolor conocido, sino porque los efectos ambientales de las granjas de cría intensiva nos afectan negativamente a todos.

Los toneladas de desechos que generan combinadas con los tóxicos efectos de los fertilizantes, contaminan el suelo, envenenan  las fuentes de agua potable y los ecosistemas acuáticos y dañan gravemente el aire (existen varios gases, como el amonio, que se forman a partir de los desechos de los animales) causando graves problemas respiratorios y trastornos cardíacos, además de contribuir, en buena parte a la lluvia de ácido nítrico y al devastador efecto invernadero (de hecho está comprobado que la ganadería contamina más que todos los transportes del mundo juntos).




Si, como los vecinos de Mutriku, vivir asediados por la peste y los insectos no es motivo suficiente para asumir de una vez por todas nuestra eco-responsabilidad, ¿cuántas más molestias tendremos que sufrir, como especie, para abrir nuestros antropocentristas ojos? 

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