Escalofriante
coincidencia. Las 3 películas, a priori, más apetecibles de la cartelera de
este último mes, han maltratado y/o asesinado animales durante su rodaje. Por lo tanto y lamentándolo
mucho, mi animalismo le gana el pulso a mi cinefilia, y ni La vida de Pi (sobre
la que hablo largo y tendido en mi blog cinéfilo), ni El Hobbit, ni De óxido y
hueso engrosarán sus arcas a mi costa.
En
esta última cinta, su protagonista, Marion Cotillard, interpreta a una
entrenadora de "orcas asesinas" que sufre un aparatoso y brutal
"accidente". La guapísima actriz francesa, en un acto de valentía (o
de cinismo), recientemente ha hecho unas polémicas y jugosas declaraciones a la
prensa norteamericana sobre su profesión en el film, que pueden ser
interpretadas como “tirar piedras sobre su propio tejado” o un intento hipócrita
de limpiar su imagen. Lean y juzguen ustedes mismos.
"Prefiero ver a las
orcas o ballenas en su propio medio y no en una piscina de natación. Nunca
volveré a un Sea World. Me siento realmente incómoda en estos sitios donde los
animales son mantenidos en cautiverio, así que cuando estuve allí estaba muy
angustiada, pero tenía que hacer el trabajo y conocí a personas apasionadas de
lo que hacen... Las respeto pero nunca las entenderé."
Estas
rotundas pero nada espontáneas palabras, responden a la ofensiva que ha lanzado Animal
Defenders International para pedir a los espectadores de todo el mundo que
boicoteen la película de Jacques Audiard. Y es que en ella se utilizan varias
orcas en cautiverio, pese a las evidencias científicas que demuestran el gran
sufrimiento que padecen estos animales fuera de su hábitat y privados de
libertad.
Ahora
Cotillard sabe (si es que no lo sabía antes) y, sobre todo, admite públicamente,
que resulta injustificable e imperdonable no sólo encerrar de por vida a estos cetáceos,
y someterlos al estrés, la frustración y la tristeza de nadar durante toda su
vida en minúsculas “cajas de zapatos” (a pesar de que su naturaleza les insta a
nadar kilómetros todos los días), sino que los métodos para enseñarles a hacer
inútiles cucamonas (matarlos de hambre, literalmente) resultan abominables.
Los
accidentes en los Sea Worlds del mundo son el pan nuestro de cada día. Orcas y delfines, con el paso del tiempo, o bien mueren, o se deprimen y se vuelven
agresivos, ocasionando dramáticos accidentes por los que, posteriormente, los
medios informativos y el boca-oreja de la ignorancia humana, los acaba
demonizando. Espero
que, el supuesto fin del mundo sea, en realidad, el fin de la ignorancia medieval imperante, y que
arrase, sin piedad, todos estos despreciables lugares.
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