Lo supe instintivamente. Y es que el atún de la ensalada no presagiaba nada bueno. Tras su rápida expulsión al plato de una amiga, construí un fuerte o una zona 0 que, desgraciadamente, tuvo como víctimas a los maíces. Con lo que a mi me gustan...
Salvo mi solidaria amiga y su marido, el resto de los comensales, alucinados con el hecho (al parecer, insólito) de contar con una vegetariana en la mesa, comenzaron, por asociación mental, a rescatar “personajes gastronómicamente excéntricos o rarosos” de su memoria: que si una macrobiótica obsesiva-compulsiva que pesa todo lo que come y nunca se pasa ni un gramo, que si otra tipa con fobia a los gérmenes que sólo come lo que ella cocina y se lleva su propia food a los restaurantes, que si el primo del amigo de Murcia que es crudiriano y hare krishna y un día casi muere atragantado por una nuez de macadamia rancia...
“Somos la mesa de los raros” susurró mas que pronunció una frágil y aniñada mujer a dos asientos de mi. “¿Y eso?” increpé. “Tengo alergia a cualquier tipo de hongo y no podré comer el primer plato. Soy rara”, añadió. “Perdona, pero especial y raro, no es lo mismo” contraataqué. La frase quedó flotando en el aire, como un globo que hubiera inflado y atado a mi silla para que todos los presentes pudieran verlo. Desgraciadamente, no lo vio nadie.
Llegó el mencionado plato de hongos variados con ibéricos para la gran mayoría y sin “oinks” para mi. Para entonces, yo ya estaba llena (comer como un pajarillo y beberse 3 vasazos de agua tuvieron algo que ver). Pero el gran número aún no había hecho acto de presencia. Como de todos es sabido, el 3 es la estrella, ya que a la tercera va la vencida. El camarero, descaradamente, me sirvió la misma merluza ensalsada que al resto. “Perdona, pero no como pescado”. Cara de estupor. “Soy ve-ge-ta-ria-na”. Cara de estupor en Panavision que fue interrumpida por un “bueno, pues ya te improvisaremos algo”. Y vaya si lo hicieron. Tuve el honor de degustar un plato que sólo se come un lunes por la mañana tras un fin de semana de excesos gastronómicos y alcohojiles, cuando estás en plena operación bikini, el medico te ha prohibido la sal y te duele el metacarpo del pie izquierdo: verduras al vapor. Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras el comensal de la izquierda lo saludo con un “¡Ah, bieen!”, la de la derecha, pronunció con indignación un “¡No me puedo creer que te hagan esto!”. Me comí un par de judías y deje el resto en señal de protesta.
Cuando me trajeron el risotto, no sólo había perdido total y absolutamente el apetito, sino también la fe en la humanidad. Minutos después del postre, en su ronda relámpago por las mesas, la novia me hizo la pregunta de rigor y no fui capaz de mentirle, la aprecio demasiado:
- ¡Me han servido pescado!
- ¡No me digas eso!¡Pero si llevo meses repitiéndoles lo que comías y lo que no!
- Lo se, Sil, lo se... Ea, ea, ea, ea...
[Pic del risotto misterioso]